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Lealtad y Verdad: Fomentar la unidad del país 2>

“Es mejor la unidad, que ganar” dijo en cierta ocasión Winston Churchill.   Y esta frase pasó a la posteridad y se ha hecho célebre en el mundo de la política. El significado de esta expresión puede considerarse válido para todos los países, y todas las épocas y gobiernos: siempre es mejor estar unidos, que peleados y divididos por retener o conseguir el poder.

Una nación dividida es semejante a una familia rota: lo que debería ser paz, tranquilidad, orden, cohesión y sosiego, se puede transformar en guerra, intranquilidad, desorden, dispersión y ansiedad: con el consiguiente daño para todos y cada uno de los habitantes de un país.

Con el desorden no se va a ninguna parte. El líder, si desea ser eficaz, necesita ser instrumento de unidad, y esta unidad se busca en los hechos.

El mejor activo de un país se encuentra en la unidad de sus habitantes; que es precisamente la prioridad número uno, que deberían tener los dirigentes.

¿Cómo lograr esa unidad? ¿Su propuesta de gobierno en qué debe basarse? A mi juicio, necesita poseer los siguientes rasgos, si realmente se desea ganar a buena parte de la sociedad. Por ejemplo:  Fomentar lo más posible la responsabilidad y la libertad personales de cada ciudadano, especialmente de quienes tienen algún tipo de poder, ya sea económico, judicial, político, militar, etc., de modo que éstos “tiren del carro” de acuerdo a los intereses del bien común o del país.

La libertad de acción debe ser proporcional al grado de responsabilidad.

Enseñar a los ciudadanos a valorar las consecuencias de sus acciones con respecto a los demás. ¿Cómo? Promoviendo una educación en la que los pilares sean:

  1. a) Respeto a la moral natural
  2. b) Revalorizar el papel de la familia, como núcleo donde se inicia la formación, que después deberá ser complementado con una adecuada instrucción en las escuelas, animando a los padres de familia a interesarse por la educación de los hijos
  3. c) Capacitar a los más posibles para que puedan ganarse la vida mediante el ejercicio de un oficio o profesión;
  4. d) Crear una verdadera mentalidad de servicio en los demás, que debe reflejarse en un trabajo bien hecho. El hombre no vive de palabras, sino dela verdad encarnada en la conducta de las personas.

Dar ejemplo, es el modo más eficaz de ayudar a otros a que actúen bien.

Lo dicho hasta aquí no basta, si no se consigue una auténtica confianza; la cual no reside en la capacidad para decidir de modo adecuado (la experiencia, la información cierta y suficiente, un excelente equipo de trabajo, etc., pueden ayudar), sino en la confianza en las intenciones de quien manda. Esto es lo único que puede dar origen a la autoridad, es decir a la libre aceptación de quienes están abajo.

Esta confianza se refleja en los foros de consulta popular, cuando captan los genuinos requerimientos y necesidades de la población.

Mediante la aceptación popular se obtiene el poder; esto es, la voluntad política para que el dirigente electo maneje por motivos exteriores (decretos y reglamentos) el comportamiento de otras personas. Pero este poder no significa que posea autoridad ante los demás. Porque la autoridad se reconoce, cuando existe la seguridad de las buenas intenciones en quien ejerce el poder.

Por las obras es como conocemos a cada quien. Los discursos solamente tienen el valor del momento en que se pronuncian. La lealtad comprada es siempre sospechosa y generalmente de corta duración.

¿Cómo se puede perder autoridad?: mediante el uso injusto del poder. Así, cuando el poder no se usa en el caso y en el momento en que debería usarse (permisivismo); o usando inútilmente el poder (pérdida del sentido de la dirección).

La pérdida de autoridad puede venir acompañada por un proceso continuado de frustraciones, que llevan a crear una oposición que puede llegar a ser muy seria, y un obstáculo para la realización de los planes de gobierno.

Cualquier dirigente que propugne y estimule la lucha de clases, estaría actuando contra la unidad de la sociedad, promoviendo el odio –que es desunión y rompimiento con lo que une-; y a la postre estaría descalificado para ejercer cualquier tipo de liderazgo de servicio a los demás. Esto casi siempre se refleja por un escaso arrastre ante la población, y una minoría de simpatizantes.

Algunas ideas básicas sobre la amistad 2>

El amor es el acto por el cual la voluntad se identifica y se reúne con la alegría y bienestar del otro. La amistad auténtica es la que sabe compartir esta alegría, sin el más leve rastro de envidia. Es amigo aquel que comparte los gozos y las penas. El amigo es el otro: la felicidad y el dolor ajeno, pero hechos propios. Para ser dichoso, el hombre necesita de los otros.

Todas las formas de amor genuino son participación del amor de Dios (cfr  Apc 3, 19-20). Por ello, amar al amigo es desearle que viva en el bien y en la verdad.

Debemos amar a las personas como son, incluso sus defectos: si los queremos de verdad, desearemos que el amigo supere los defectos. La solución nunca está en la violencia, sino animando a mejorar.

Es sintomático -de la verdadera amistad-, manifestarle esos defectos en una conversación sincera e íntima. Es preciso que el amigo se decida a luchar –convenciéndose él mismo- de la necesidad de esa lucha. Esto requiere paciencia y comprensión, siendo exigentes, enfrentando al amigo con la realidad.

El consejo facilita la libertad: aporta nuevos elementos de juicio, que enriquecen las posibilidades de elección. Es el momento de comprender al amigo y estar a su lado, para animarle a superar el obstáculo, sacando el mejor bien posible de los defectos, transformándolos en virtudes. Rectificar siempre es necesario.

El amor abarca a la persona entera. Aunque en la amistad no se da una verdadera intimidad (esta la tendremos solo con Dios), es en el amigo con quien se habla sinceramente y se piensa en voz alta. No obstante, la amistad debe salvarse, aunque no se compartan las creencias.

Si las ideas son opuestas, al menos el afecto debe unir la amistad, porque es mejor esto que nada.

La verdad existe, es inmutable, hay que descubrirla y abrirse a ella:   son los dogmas. No puede cederse en los dogmas, que son verdades centrales. La humildad es la verdad.

“No podemos admitir el miedo a la ciencia, porque cualquier labor, si es verdaderamente científica, tiende a la verdad. Y Cristo dijo: Ego sum veritas (san Juan 14, 16) Yo soy la verdad” (san Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 10)

Lo opinable, son verdades parciales. Los hechos admiten interpretaciones.   Lo que se pide es ser consecuente con lo propio y estar dispuesto a dejarlo si alguien nos convence de lo contrario. Ayudar al amigo. Para ello es necesario de una actitud de olvido de sí mismo y de ayuda al otro. El amor debe prevalecer y centrarse en la persona: “qué maravilla que existas”.

LA VIDA HUMANA 2>

Esto sucede con nuestra vida. Diariamente no la valoramos. Generalmente sólo se detienen a estudiarla los médicos, los filósofos y algunos más como los abogados, que indican una serie de sanciones a quienes atentan contra ella sin motivos justificados. Personalmente reflexionamos sobre ella cuando falla algún aspecto, o cuando quieren incrementar su rendimiento como los deportistas.

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