Category

Gabriel Martínez Navarrete

La Tarea profunda de educar (3 de 3) 2>

Nadie duda que muchas personas desean y viven llenas de optimismo y alegría, tratando de cambiar -con el ejemplo de sus vidas- la penumbra negativa, por   valores positivos, que lleven al país al sano éxito en todos sus aspectos. Recordemos que lo primero en la educación es predicar con el ejemplo.

Sabemos que las autoridades respectivas están poniendo los medios en mejorar la instrucción científica y tecnológica de los estudiantes; de lo que se duda es que sea adecuada y positiva la orientación que están recibiendo muchos jóvenes. cuando se les educa en unos pseudovalores egoístas, que no llevan a la alegría ni a darse a los demás.

Estos pseudovalores tienen su raíz en el erotismo como centro de la existencia, y el egocentrismo de pensar constantemente en uno mismo, olvidándose de los demás y en la reducción del destino del hombre al falso paraíso del más acá, es decir, a la explotación del hombre por el hombre.

Si en las escuelas y universidades se inculcan los valores de siempre, en cierto modo tendremos una garantía de que el futuro moral del país será bueno y floreciente. Por eso es necesario educar bien a la juventud, enseñándoles las virtudes o modos de hacer el bien. La enseñanza de Dios debe estar siempre presente.

Si se trastoca -como actualmente sucede- el orden de los valores, prefiriendo lo efímero a lo magnánimo; lo fugaz a lo permanente; lo que carece de contenido y de peso específico a lo que llena y orienta la vida del hombre, entonces el porvenir del país estará en lo inseguro y falaz, tanto en el sentido religioso y moral, como en el familiar, social y político.

Felicidad es estar de acuerdo con lo positivo, con lo que nos llena de virtudes, con lo que nos permite el trato amigable con Dios, con lo que nos hace que nos olvidemos de nosotros mismos y hagamos dichosos a los demás, especialmente a la familia y a los verdaderos amigos.

La Tarea profunda de educar (2 de 3) 2>

Todos nos hemos preguntado: ¿A dónde va el país? ¿A dónde conducirá la educación que se imparte en los colegios y universidades? ¿Cómo se están formando mis seres queridos? ¿Qué peligros comporta? ¿Qué ventajas tiene? ¿Cómo excluir la locura del cambio de valores perennes de la vida por otros que son efímeros y ajenos a la felicidad?

En los jóvenes reside la oportunidad de ofrecer una aportación personal a la superación de situaciones que no satisfacen las exigencias de la vida. El mundo de los adultos necesita permanecer abierto a la crítica constructiva de la generación que está por asumir sus responsabilidades, y mantener un diálogo franco, libre de aspereza y abierto al optimismo.

No se trata de negar los méritos que ofrece el mundo de los adultos, sino de aprovechar lo positivo y lo permanente, y agradecer lo que se ha hecho.

Es preciso eliminar ciertas injusticias persistentes en convertir nuestra cultura de vida, en una “cultura de muerte”, que conduce por un plano inclinado que lleva a la ruina moral. Por ejemplo: hay que rechazar la costumbre del aborto provocado; eliminar el rechazo a la vida producido por los anticonceptivos; eliminar la droga; el recurso al terror; dar una vida digna a los inhábiles; combatir la pornografía; etc.

A medida que avanza el error nos hacemos tristes e infelices.

Esto se puede hacer, si tenemos una esperanza a toda prueba. La esperanza y la valentía van de la mano. Con la esperanza –pase lo que pase- iremos siempre hacia arriba y lograremos nuestros propósitos positivos. Por ello, siempre hemos de amar la verdad. que nos servirá de faro, para alcanzar nuestros buenos propósitos, que nos lleven a un mundo feliz.

Sobre la juventud: la tarea profunda de educar (1 de 3) 2>

El futuro pertenece a todos. Pero son los jóvenes los que lo van a forjar, estén bien o mal preparados. Los jóvenes son los que ocuparán los puestos que dejen los adultos de hoy. Es necesario poner los medios para formar a la juventud, de modo que pueda afrontar los retos o problemas del mundo del mañana, en algo que todos suponemos que se hace, pero que no es así.

Es preciso verificar si se está educando a los jóvenes en la dirección correcta. Se trata de una tarea real, que ninguna persona responsable puede soslayar. Por el sencillo hecho de la ley del cambio de generaciones. Esta ley de forjar el porvenir del mañana, corresponde a quienes ahora estudian. Pues donde están hoy los adultos, mañana  estarán los que hayan nacido después del año 2000., y así sucesivamente.

La juventud recibirá una sociedad que no eligió, que no construyó., de la cual forma parte, y de la que debe hacerse responsable, por sacarla adelante de la mejor manera. Por eso necesariamente debe tenerse presente a Dios, en todos los ámbitos de la sociedad, porque todo lo bueno viene de Él.

No me refiero sólo al progreso técnico, sino al sentido de la vida con el que se educa. Lo que en primavera se siembra en otoño se cosecha.

Si se da a los jóvenes un sentido de trascendencia de la realidad y de la vida. Si se les habla de lealtad, sinceridad, docilidad, generosidad, optimismo, alegría, esperanza, de trabajo bien hecho y de obras de servicio, tendremos toda la razón en esperar que quienes vengan, detrás de nosotros, harán las cosas bastante mejor que como las estamos haciendo hoy, aprovechando nuestra experiencia.

Si a los niños y jóvenes se les educa en un ambiente materialista, de comodidad, protesta, egoísmo, imposición, será difícil pensar que vendrán tiempos mejores. Si los que vengan después de nosotros se encuentran con un mundo mejor, es porque hemos  hecho  las cosas con esperanza y con amor.  Es decir, las hemos hecho bien.

SIEMPRE ALEGRES, EN LAS DIFICULTADES DEL CAMINO 2>

No pensemos en los imposibles. Ya hablaremos contra ellos a su debido tiempo.

No fabriquemos montañas gigantes en nuestra imaginación, las cuales, en la realidad son granitos de arena que superaremos muy fácilmente.

No es raro que algunas personas se hundan en la tristeza, cuando se pierde la alegría de vivir. “Una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida en media pena” (refrán).

No nos compliquemos la vida pensando en miserias futuras. La experiencia demuestra que muchos males o problemas que pensábamos que no tenían solución: nunca ocurrieron; y toda la energía y tiempo gastados   en prepararnos para afrontar esos males, resultaron inútiles.

Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías esperando la gran felicidad” (Peter s. Buck, 1892-1973. Escritor estadounidense). Si descuidamos las pequeñas alegrías no llegaremos a la alegría grande, que es Dios.

El pesimismo es un estado de ánimo en virtud del cual el sujeto percibe todos los fenómenos que le rodean, bajo la razón de mal.

La alegría profunda, que es espiritual, proporciona a nuestras percepciones un especial brillo”. Esta alegría profunda puede ser sobrenatural, es decir, “la alegría es una virtud no distinta de la caridad, sino cierto acto y efecto suyo” (Santo Tomás).

“Dormí y soñé que la vida era alegría; desperté y vi que la vida era servicio. Serví y descubrí que en el servicio se encuentra la alegría” (Rabindranath Tagores, 1861 – 1941. Poeta y filósofo indio).

Valores propios del optimismo: alegría, fortaleza, audacia, humildad y las demás virtudes.

El pesimismo psicológico tiene como disposición psicológica o estado de ánimo: la desesperanza, soberbia, vanidad, orgullo, jactancia, tristeza.

No nos compliquemos la vida pensando en miserias pasadas: Jamás aceptar la mística de los “ojalás”: ojalá esto, ojalá lo otro. Hemos de atenernos a la realidad más inmediata y palmaria.

Es el presente el que tenemos que dominar con nuestra voluntad y lucha, con alegría auténtica. Necesitamos, por ello, atenernos a la realidad más material e inmediata, que no significa que no podamos planear el futuro, sino todo lo contrario: saber a dónde vamos.

Lo verdaderamente importante es el cumplimiento exacto del deber de cada instante, realizado por amor.

Es preciso luchar para vivir, y para conseguirlo, ser generosos para vivir la esperanza. La única forma de ser positivos es rectificando nuestra intención en todos nuestros actos. El camino: buscar a Dios –casi todos lo hacemos- en las tareas cotidianas.

La vida no es un camino insoportable que conduce sólo a la muerte. Hay una vida eterna. La muerte es solo un cambio de casa.

Si somos mejores, los demás también lo serán 2>

Nada anima tanto como conseguir que los demás mejoren: porque uno entonces habrá mejorado. Si deseamos superarnos, debemos aprender a ser mejores, nadie nace sabiendo. Para educar, es necesario ir por delante, dar ejemplo, vivir antes las cosas. No podemos dar lo que no tenemos.

“Farol de la calle y oscuridad de tu casa”, reza el refrán. Y es cierto: la caridad empieza por casa, y primero por el ejemplo.

Psicológicamente, cuando el niño pequeño de la familia crece, se realiza en él un proceso de identificación con sus padres, quienes empiezan a estar presentes en la conciencia del chiquillo y forman parte integrante de la personalidad del pequeño

Ésta es una de las razones por las que el carácter de los padres necesita ser excelente, dado que el niño aprende a superarse imitando, y se identifica con las personas que le sirven de patrón: los rasgos que asimile influirán en su vida posterior.

El niño que no es querido por sus padres, que es identificado como malo y regañado o maltratado sin razón, adopta una actitud negativa hacia sí mismo, que, a su vez, influye en sus procesos de identificación posteriores, que le llevarán a una desintegración de su personalidad y a ser potencialmente un delincuente: “si mis padres me rechazan, es porque soy malo.”

Es probable que el niño se haga el siguiente razonamiento: Si en mi casa me tratan mal, Luego también la sociedad –compañeros de clase, profesores, la gente, etc. – lo harán así conmigo”. Incapaz de vivir la solidaridad y la lealtad con los demás, se convertirá en un joven problema.

Si el niño es acogido con cariño por sus padres, y se le ayuda desde pequeño a identificar las cosas como son, cuando sea adulto tenderá a formarse en una expresión de sano equilibrio y positivo desarrollo mental.

No obstante, lo más importante de todo consiste en educar a los hijos para que desarrollen las virtudes humanas, que son propiamente las fuerzas del hombre, lo perfeccionan y le permiten realizar el bien. En este sentido puede uno mejorar sin límites.

Cuando los niños ven en sus padres una actitud cansina y pesimista ante la vida, cuando se lamentan y sr quejan ante las dificultades; cuando no son sinceros; cuando descubren que sus padres no desean tener más hijos -por miedo a complicarse la vida-; esos niños se encuentran lejos de formarse en la alegría.

El pesimismo como disposición psicológica es un vicio emparentado con la desesperanza, la soberbia, la vanidad y la presunción, es decir, con la tristeza.

Los hijos requieren formarse en un ambiente de alegría, en un claro optimismo, que es una virtud íntimamente unida a la fortaleza de ánimo, audacia y humildad para cumplir los deberes. Esa alegría se fundamenta en la misma libertad y responsabilidad personales y en la realidad de sentirse hijos de Dios.

Ayudar a los hijos a que dominen el presente:   el cumplimiento exacto de sus deberes de cada instante: estudiar, hacer la tarea, realizar un encargo, jugar, saber ser un amigo, rezar, etc.- les ayudará a tener un sentido positivo de la vida, sobre todo si se les enseña a comprender y a tratar a los demás como quisieran ellos ser tratados.