Esta crisis nos da la oportunidad de revisar ciertas costumbres que hemos adoptado y que ahora vemos cómo nos afectan y la imposibilidad de resolver con ellas los problemas actuales, porque no han forjado virtudes sino todo lo contrario, nos han llevado a una vida confortable y blanda.
Estamos asustados por hechos que se nos escapan, no sabemos cómo solucionarlos, y entonces sí alzamos los ojos al cielo. Aunque nos sintamos apenados por mostrar nuestra mezquindad al acudir a Dios cuando “no queda de otra”, Él no nos abandona y aprovecha la circunstancia para restablecer la relación.
En la infancia no somos capaces de valorar en toda su profundidad la ayuda que recibimos de nuestros padres en primer lugar, y después de tantísimas personas más, como otros miembros de la familia, nuestros profesores, nuestras amistades, e incluso todas aquellas personas que hacen posible la buena marcha de la vida en el poblado y en la sociedad más amplia.
El género humano se caracteriza por la amistad, sin la amistad nos volvemos inhumanos. Sin embargo, cada uno tiene su modo de manifestar el cariño. Esto mismo ya es un aprendizaje y un modo de enriquecernos.
Sea como haya sido nuestra experiencia, con el paso del tiempo necesitamos revisar nuestra actitud frente al perdón, pues tiene una importancia grande y beneficia a quien lo pide y a quien lo recibe. Además, ese doble papel nos corresponde vivirlo según haya sido nuestra conducta, y no sólo una vez sino muchas veces durante nuestra vida, y con muchas personas.Sea como haya sido nuestra experiencia, con el paso del tiempo necesitamos revisar nuestra actitud frente al perdón, pues tiene una importancia grande y beneficia a quien lo pide y a quien lo recibe. Además, ese doble papel nos corresponde vivirlo según haya sido nuestra conducta, y no sólo una vez sino muchas veces durante nuestra vida, y con muchas personas.