agradecer

Retribuir es agradecer lo que recibimos

12 marzo, 2020

Por: Ana Teresa López de Llergo
Fotografía: Derechos Reservados

Una persona madura es aquella que comprende la necesidad de la ayuda mutua. Una persona inmadura se caracteriza por estar centrada en ella y hace que los demás la atiendan y le resuelvan sus necesidades, no piensa en los demás. El día a día es una continua lucha porque todos tenemos la tendencia a la inmadurez, pues es más fácil dejarse ayudar que prestar la ayuda.

Esta afirmación nos abre un panorama insospechado para mejorar en las relaciones humanas. Partimos del hecho de nuestra limitación para salir adelante sin la colaboración de nuestros semejantes, especialmente de las personas con que convivimos en familia, en el trabajo y en la vida social.

En la infancia no somos capaces de valorar en toda su profundidad la ayuda que recibimos de nuestros padres en primer lugar, y después de tantísimas personas más, como otros miembros de la familia, nuestros profesores, nuestras amistades, e incluso todas aquellas personas que hacen posible la buena marcha de la vida en el poblado y en la sociedad más amplia.

Pero al llegar a la edad adulta es indispensable retribuir. Obviamente esa retribución es imposible prestarla a las mismas personas que nos las brindaron. Aunque cuando sí se puede es preciso hacerlo. A los demás los honramos ayudando a quienes nos rodean pues así mostramos el ejemplo que aprendimos de quienes fueron tan generosos. 

Hay circunstancias de salud o de compromisos ineludibles que, a veces, nos retrasan o imposibilitan la ayuda, en esos casos siempre se puede retribuir con el agradecimiento. Éste se muestra con una actitud, que parte del interior y se manifiesta al dar a conocer las muestras de ayuda recibidas. Así hacemos que nuestros interlocutores conozcan la apertura y la integridad de aquellas personas, y también las aprecien.

Cultivar el agradecimiento se logra recordando a esas personas y el papel que desempeñaron al estar pendientes de nuestras limitaciones y del modo en que actuaron, casi siempre, sin que tuvieran la obligación de hacerlo. Por lo tanto, el agradecimiento se cultiva primero en la memoria, compartiendo los recuerdos de los bienes recibidos. El agradecimiento también se muestra en la prontitud para ayudar a quienes ahora nos rodean, sin que nos lo pidan.