Si me considero hijo de Dios, pero hijo irrepetible mi autoestima crecerá contantemente y estaré alegre en todos los momentos de mi vida, por precarios que estos puedan mostrarse. Todos valemos mucho, pero a veces nos dejamos caer en el desánimo, si la situación por la que pasamos es ardua, dolorosa y durable, y vemos las cosas de color negro.
Más que predicar en templos semivacíos o centros de convenciones, tendremos que vivir con más fidelidad lo que creemos para atraer a otros a esta senda del valorar a la persona humana desde el momento de la concepción y hasta su muerte natural.
Por ello, es de lealtad manifestarle al amigo esos defectos en una conversación sincera e íntima. La única manera de que el amigo se decida a combatir los defectos, es que él mismo se convenza de la necesidad de esa lucha. Lo cual requiere comprensión y exigencia: enfrentarse a la realidad.
“Un amigo nunca te dice lo que tú quieres escuchar, te dice la verdad y lo que mejor es para ti”. La sinceridad, ante todo. Si te dice lo que quieres oír, a lo mejor no es tu amigo. Las mejores amistades son aquellas en las que hay sinceridad plena”.
Me gusta conversar con esposos mayores que ya son abuelos o bisabuelos porque son “como libros abiertos de sabiduría”. En esos encuentros me suelen mostrar, por ejemplo, sus fotografías desde cuando eran novios, luego se casaron, de cuando fueron naciendo sus hijos y así más fotos de su álbum familiar.