La formación a fondo y con continuidad de los hijos es una tarea primordial en la escala de deberes de los papás. Ni el dinero ni los regalos espléndidos pueden sustituir a la comprensión, el cariño, la amistad y el amor paternos.
Si el fenómeno del hijo único cundiese en innumerables matrimonios, a nivel nacional, y por unos años, pronto presenciaríamos una inmigración masiva de extranjeros, que vendrían a ocupar los puestos vacíos de trabajo.
La experiencia señala que un pueblo se sostiene en pie, únicamente si el número de los hijos es de tres o cuatro por familia; el número ha de ser mayor si se quiere que aumente la población.
Es preciso renovarse cada uno -cada día- con la renovación interior, ser mejores, perfeccionar las virtudes humanas: lealtad, sinceridad, sencillez, laboriosidad, amistad, amabilidad, etc. y pedirle a Dios que nos aumente las virtudes sobrenaturales: fe, esperanza y caridad.
Cuando un padre de familia le pregunta a su hija adolescente cuáles son esas ventajas y le responde con vaguedades, entonces le hace ver que no se deje llevar por el consumismo porque el celular que usa quizá no sea tan reciente, pero le funciona bastante bien.