
La amistad auténtica es tan importante, que es preciso cuidarla como si fuera un tesoro gigantesco. El mundo puede venirse abajo, pero la amistad verdadera no puede perderse nunca.
La amistad auténtica es tan importante, que es preciso cuidarla como si fuera un tesoro gigantesco. El mundo puede venirse abajo, pero la amistad verdadera no puede perderse nunca.
La amistad implica amor y comprensión, más que en recibir es darse. Sólo Dios no necesita del amor de nadie, porque es Amor. La amistad “es la premisa indispensable para lograr captar la realidad de la vida y alcanzar la consiguiente plenitud existencial” (J.B. Torelló. Psicología abierta).
Para saber si nuestro ideal es algo que valga la pena –por el esfuerzo y las cosas que dejamos para hacerlo realidad-, es preciso relacionar las propias posibilidades con las necesidades de los demás, porque todos requieren recibir ayuda: nadie se puede sostener sólo.
La experiencia señala que un pueblo se sostiene en pie, únicamente si el número de los hijos es de tres o cuatro por familia; el número ha de ser mayor si se quiere que aumente la población.
La esperanza no es un optimismo vacío que nace de la confianza ingenua de que el futuro será necesariamente mejor que el pasado. La esperanza y la confianza son las premisas de una actitud responsable, y se nutren en el santuario interno de nuestra conciencia, en la que cada uno está a solas con Dios.