
Y, en lugares donde no hubo inundación, ocurrieron otras desgracias como el deslave del cerro del Chiquihuite en el Estado de México. ¡Cuántas familias se vieron afectadas por esa desgracia y tuvieron que buscar acogida con algunos familiares!
Y, en lugares donde no hubo inundación, ocurrieron otras desgracias como el deslave del cerro del Chiquihuite en el Estado de México. ¡Cuántas familias se vieron afectadas por esa desgracia y tuvieron que buscar acogida con algunos familiares!
La adaptación ha exigido mucho, por la multiplicación de las tareas de todos en el mismo sitio, ocasionando demasiadas incomodidades, pero también por el espectro de la enfermedad que nos asustó dado el desconocimiento para afrontarla y por la gravedad de las consecuencias en los enfermos, y en la velocidad de propagación.
No hay aislamiento perfecto, pero podemos buscar nuestros espacios para olvidar lo que puede dar origen a la depresión y buscar pilares de apoyo que nos ayuden a enfrentar las consecuencias del aislamiento.
Debido a estos cambios, han surgido cosas maravillosas en la familia, más unión, convivencia, se han resaltado valores a los que tal vez antes no se le daba importancia.
A nosotros no nos toca juzgar, solo hacer, en la medida de nuestras posibilidades y nuestra vida diaria, apostolado con nosotros mismos (a través de nuestra formación continua) y con los demás.