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amor Archivos - Página 2 de 11 - Somos Hermanos

La Auténtica Amistad (1 de 2) 2>

Para encontrar un amigo, lo primero es interesarnos por algo en común: y más tarde o más temprano –con el trato mutuo-  surgirá la amistad. Los amigos se miran a los ojos, porque existe confianza mutua: ¡Qué bueno que existas!

¿Y la antipatía?

Depende de uno. Cuando se dan cuenta de que en verdad se quieren, la antipatía desaparece. Es uno de los modos de manifestarse el amor mutuo.

Los hombres coaligan sus vidas para cumplir una misión.

“¡Pobre del que está solo, que si cae no tiene quien le levante!” (Anónimo). En vez de tener un amigo, ¿no sería mejor no tener a nadie? Esto es la soledad, totalmente opuesta a un amor limpio.

La amistad implica amor y comprensión, más que en recibir es darse. Sólo Dios no necesita del amor de nadie, porque es Amor. La amistad “es la premisa indispensable para lograr captar la realidad de la vida y alcanzar la consiguiente plenitud existencial” (J.B. Torelló. Psicología abierta).

 El hombre es un ser indigente e inacabado, abierto a Dios y a los demás. La persona humana, como ser creado es susceptible de perfeccionamiento. Nadie se perfecciona solo, intervienen en su vida: las cosas, los hechos -sobre todo- las personas.

Si cada uno de nosotros no es Dios, está claro que no nos bastemos para alcanzar por sí mismo la perfección a la que hemos sido llamados. Pero no basta saberlo, es imprescindible, que estemos profundamente convencidos.

“En el amor de amistad, el amante está en el amado en cuanto juzga como suyos los bienes o los males del amigo, y la voluntad de éste como suya de modo que parece sufrir en su amigo los mismos males y poseer los mismos bienes” (Santo Tomás de Aquino).

“En un cristiano, en un hijo de Dios, amistad y caridad forman una sola cosa: luz divina que da calor” (san Josemaría Escrivá, Surco, n.565). “No basta ser bueno, has de parecerlo. ¿Qué dirías de un rosal que no produjera más que espinas” (Surco, n.735)

“Dios busca colaboradores de Él, en la tarea de nuestra salvación: Del amor de Dios, se origina una dimensión de amor entre los hombres, participación del amor divino. Quien no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo amará a Dios a quien no ve?  Nadie tiene amor que supere a éste: dar uno la vida por su amigo” (cfr  Jn 5, 13-14).

“El amigo es otro yo. Sin amistad el hombre no puede ser feliz” (Aristóteles). “El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber cómo eres te quiere” (Anónimo).

“El que tiene un amigo verdadero puede decir que tiene dos almas” (Anónimo). “Una de las alegrías de la amistad es saber en quien confiar” (Alejandro Manzoni). Hay un proverbio que dice: Un amigo que deja de serlo, es que no lo ha sido nunca.

Multipliquemos nuestros talentos 2>

Vivir quiere decir enfrentarse a dificultades. Y enfrentarse a dificultades es lo natural: este afrontar la realidad es quizá el primer acto de alegría en la vida del hombre. Porque o estamos siempre alegres o nos aniquila la tristeza.

Admitir que podemos estar tristes es un acto de madurez; pero admitir la tristeza como hábito, nos lleva a la autodestrucción si no reaccionamos a tiempo, retornando a la alegría. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y Dios es un ser infinitamente alegre, que reparte sus dones a quienes están abiertos a Él.

Es cierto que alcanzar nuestros objetivos, implica trabajo. Y el trabajo solemos asociarlo con el esfuerzo, con el dolor del aprendizaje, pero también con el gozo y la felicidad, porque trabajo significa poder, crecimiento personal, multiplicación de nuestros talentos, forja de la personalidad, fuente de sustento, contribución al progreso de la humanidad, servicio a los demás.

Con el trabajo construimos nuestro futuro, de tal modo que el trabajo bien hecho, viene a convertirse en nuestro principal capital. Más aún, lo que hacemos en el presente, eso cosecharemos.

Es preciso responder a las dificultades con actitudes equilibradas: amor, sabiduría, lealtad, sinceridad, firmeza, justicia, amabilidad, paciencia, constancia, fortaleza, prudencia.

El trabajo implica un buen manejo del tiempo, de tal modo que hagamos más, con menos recursos. En muchas ocasiones se comienza a trabajar con lo que se tiene, sabiendo que pronto vendrá la multiplicación a causa de nuestros esfuerzos.

Paradójicamente, las personas que objetivamente no tienen tiempo, son las que sacan tiempo para todo lo que implique mejora personal o ayuda al prójimo. Tal parece que tienen el prejuicio psicológico de pensar siempre en los demás, y su generosidad las hace eficaces y felices.

No postergan sus deberes ni compulsivamente posponen las cosas. Estas personas prevén, planean, están al corriente y las motivan los valores. Saborean el éxito. Deliberadamente eligen lo positivo, como actitud profundamente arraigada. Se sienten satisfechas, dueñas de sí, guías de su propio destino. Confían en el prójimo, por ello pueden delegar y llegar a más.

Sus emociones positivas les ayudan a reafirmarse en la realidad: a desear el bien de los demás, saben esperar, poseen fe, su risa es inteligente y alegremente contagiosa. Son leales y cercanos al prójimo. Con gran deseo de vivir… No les desanima haber sido machacados por situaciones de pérdida, ven la muerte como un servicio de la vida.

El poder de la autoafirmación

Cinco prácticas que le ayudarán:

1) Utilice técnicas de relajación, para implantar técnicas de autoafirmación. Cuando estamos relajados nos encontramos más abiertos al aprendizaje. Por ejemplo, durante los ratos que anteceden o siguen al sueño crepuscular –o en cualquier otro tiempo del día-, podemos hablar con el Creador.

2)  Utilice la repetición para lograr el éxito. Para iniciar un cambio o disponerse para un suceso futuro, repita afirmaciones propias que le lleven a crecer o a conseguir un cambio en la dirección deseada.

3) Utilice la imaginación y la visualización para ver el cambio. Véase usted mismo cambiado. Cuánto más sentidos empleé, más fácil cambiará. Lo visual, sonidos, tacto, olores, etc.

4) No haga caso de la imaginación negativa.  Ábrase a lo positivo. Solemos vivir demasiado de los recuerdos y muy poco de nuestra imaginación positiva. Si usted lo puede imaginar, usted lo puede hacer.

5) Identifique su defecto dominante, y anótelo para que lo recuerde cuando lo haya olvidado, y continúe cambiando viendo la vida de modo positivo, abierto a la alegría y al olvido de sí, que le llevarán a actitudes creativas e innovadoras.

Tras la amistad 2>

El título de este artículo puede verse desde dos puntos de vista: qué hay detrás de la amistad y el hecho de vivir personalmente la amistad. Estas dos cuestiones surgen pues estamos en el mes donde tenemos un día dedicado a la amistad, y año con año festejamos la relación con nuestros seres queridos.

Por este motivo podemos hacernos varias preguntas y sus respectivas respuestas nos medirán la madurez en nuestras relaciones. ¿Permanecen las mismas amistades y desde cuándo están? ¿Se han incorporado otras y por qué motivo? ¿Por qué ya no están otras?

Es lógico que cuando celebramos esta fecha incluyamos a las personas cercanas de nuestra familia: los padres, los abuelos, hermanos, tíos, primos, amigos entrañables que para nosotros están siempre. Luego añadimos otras personas conforme entramos a nuevos ambientes. También desaparecen algunas y aquí es necesario profundizar en la razón para ver si eso se justifica o no se justifica

Nuestras respuestas han de llevarnos a revisar qué significa para mí la amistad.

La amistad es una manera de vivir la relación con los demás y muestra nuestro grado de madurez en la dimensión social. Se caracteriza por la reciprocidad pues la amistad es el resultado de un sentimiento mutuo, debido a puntos de vista semejantes, coincidencia en modos de ver la vida o de tener proyectos en común.

No es posible explicar la amistad con parámetros formales pues cada amistad es única y propone un camino irrepetible. Algunas surgen muy pronto, otras tardan mucho más. Las hay estrechas y cercanas, otras son más específicas y por lo tanto sólo coinciden en aspectos muy definidos.

Pero toda amistad es un tesoro por basarse en concordancias. Y la concordancia es semejanza en aspectos que anida el corazón, aspectos que amamos, que valoramos, que deseamos perfeccionar, que nos dolería perder.

Por eso. Si al responder las preguntas planteadas al inicio nos damos cuenta que nuestras amistades varían en exceso, hemos de rectificar pues es muy probable que nuestras relaciones humanas sean frívolas y superficiales. Por este motivo podemos concluir que no valoramos como de debe a las personas en toda su profundidad y eso mismo nos lleva a vivir de modo infantil.

La madurez de la persona se alcanza cuando se valora la amistad y se cultiva. Esta actitud lleva a cuidar y mejorar todas nuestras relaciones tanto familiares como extrafamiliares, respetando los modos de ser y respetándonos porque mejoramos en el trato con los demás.

Todos los esfuerzos que hagamos en este terreno redundarán en fortalecer nuestra madurez y en la capacidad de establecer relaciones humanas sólidas y mucho más gratas.

El día de la amistad es una oportunidad para pasar del romanticismo adolescente a la consistencia de adultos que se respeta y respeta a los demás.

Algunas ideas básicas sobre la amistad 2>

El amor es el acto por el cual la voluntad se identifica y se reúne con la alegría y bienestar del otro. La amistad auténtica es la que sabe compartir esta alegría, sin el más leve rastro de envidia. Es amigo aquel que comparte los gozos y las penas. El amigo es el otro: la felicidad y el dolor ajeno, pero hechos propios. Para ser dichoso, el hombre necesita de los otros.

Todas las formas de amor genuino son participación del amor de Dios (cfr  Apc 3, 19-20). Por ello, amar al amigo es desearle que viva en el bien y en la verdad.

Debemos amar a las personas como son, incluso sus defectos: si los queremos de verdad, desearemos que el amigo supere los defectos. La solución nunca está en la violencia, sino animando a mejorar.

Es sintomático -de la verdadera amistad-, manifestarle esos defectos en una conversación sincera e íntima. Es preciso que el amigo se decida a luchar –convenciéndose él mismo- de la necesidad de esa lucha. Esto requiere paciencia y comprensión, siendo exigentes, enfrentando al amigo con la realidad.

El consejo facilita la libertad: aporta nuevos elementos de juicio, que enriquecen las posibilidades de elección. Es el momento de comprender al amigo y estar a su lado, para animarle a superar el obstáculo, sacando el mejor bien posible de los defectos, transformándolos en virtudes. Rectificar siempre es necesario.

El amor abarca a la persona entera. Aunque en la amistad no se da una verdadera intimidad (esta la tendremos solo con Dios), es en el amigo con quien se habla sinceramente y se piensa en voz alta. No obstante, la amistad debe salvarse, aunque no se compartan las creencias.

Si las ideas son opuestas, al menos el afecto debe unir la amistad, porque es mejor esto que nada.

La verdad existe, es inmutable, hay que descubrirla y abrirse a ella:   son los dogmas. No puede cederse en los dogmas, que son verdades centrales. La humildad es la verdad.

“No podemos admitir el miedo a la ciencia, porque cualquier labor, si es verdaderamente científica, tiende a la verdad. Y Cristo dijo: Ego sum veritas (san Juan 14, 16) Yo soy la verdad” (san Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 10)

Lo opinable, son verdades parciales. Los hechos admiten interpretaciones.   Lo que se pide es ser consecuente con lo propio y estar dispuesto a dejarlo si alguien nos convence de lo contrario. Ayudar al amigo. Para ello es necesario de una actitud de olvido de sí mismo y de ayuda al otro. El amor debe prevalecer y centrarse en la persona: “qué maravilla que existas”.

La alegría y generosidad, van de la mano 2>

Psicológicamente, la alegría se considera como un sentimiento y primordialmente como una virtud en la cual lo que penetra inmediatamente en nuestra intimidad es considerado como un don: ya sea una cosa, un acontecimiento, un estado de nuestra vida, etc.  Todos estamos de acuerdo en que necesitamos una alegría permanente, porque en esta alegría a pesar de los pesares- nos sentimos felices.

Todos sabemos que hay dos clases de alegría: una externa, que es fisiológica, de diversión pasajera, de placer momentáneo. Se manifiesta en la salud corporal y en la emoción con risa, extraversión, dinamismo físico, etc.  Y otra profunda.

La alegría profunda es espiritual, basada más en el tono vital e integrador de toda la personalidad: Se manifiesta primordialmente en la sonrisa constante, en la serenidad y en la paz interior.

Es una alegría auténtica, que penetra toda la vida anímica y proporciona a lo que percibimos un especial brillo, mostrando en todo el horizonte de nuestra existencia una luz   nueva y dichosa. Afecta positivamente tanto los pensamientos como los actos de voluntad.

Por ejemplo, ahora que hemos pasado la Navidad y estamos comenzando a un año nuevo, procuramos asumir un óptimo sentido para nuestra vida. Y percibimos que existe también una alegría sobrenatural, que es fruto de Dios.

“La alegría es una virtud no distinta de la caridad, sino cierto acto y efecto suyo” (Santo Tomás). La alegría exige como punto de apoyo una tranquila humildad. La alegría se hace más honda conforme somos más generosos con el Creador, porque percibimos que todas las cosas buenas vienen de Él.

Esta alegría nos lleva a estar serenos, contentos, comprensivos y olvidados de nosotros mismos, en todos nuestros actos de la vida. Queremos el bien para los demás.

La alegría profunda es fruto del alma que está cerca de Dios, que no está unida a circunstancias contraproducentes o mentalmente desfavorables. Aunque parezca paradójico, hemos de estar siempre alegres, también a la hora de la muerte. Porque la muerte debe ser un cambio de vida, hacia otro mejor si estamos unidos con el Creador

La alegría que viene de Dios, es fruto de la caridad. Si queremos estar alegres –ser felices-, con buen humor: vivamos la virtud del Amor auténtico, en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales, en la conversación, tratando a las personas a como quisiésemos que nos tratasen a uno mismo.

No querer para otro, lo que no queremos para nosotros. Y querer para los demás, lo que queremos para nosotros. “Gozas der una alegría interior y de una paz, que no cambias por nada. Dios está aquí: no hay cosa mejor que contarle a El las penas, para que dejen de ser penas” (san Josemaría Escrivá, Forja, n.54)

“Nadie es feliz, en la tierra, hasta que se decide a no serlo. Así discurre el camino: dolor, ¡en cristiano¡ Cruz: Voluntad de Dios, Amor; felicidad aquí y, después,  eternamente.” (san Josemaría Escrivá, Surco, n.52).

Esto significa generosidad. Es decir: Dar con alegría.  Estar en la realidad y querer la felicidad tanto para los otros como para nosotros mismos.   Y de esta lucha, brotará la paz, y simultáneamente la alegría. De modo que la alegría y la generosidad van siempre de la mano, y no pueden existir separadas.