La esperanza no es un optimismo vacío que nace de la confianza ingenua de que el futuro será necesariamente mejor que el pasado. La esperanza y la confianza son las premisas de una actitud responsable, y se nutren en el santuario interno de nuestra conciencia, en la que cada uno está a solas con Dios.
La educación profunda que da sentido trascendente a la vida –no la encontramos en la instrucción, que es lo que usualmente ofrecen las escuelas -: recae principalmente en los progenitores.
No existen soluciones “mágicas” o “fáciles”, pero empiece por usted mismo: respétese y piense dignamente y así tendrá un comportamiento digno. Dignidad es sentir un gran aprecio por uno mismo y por los demás.
Si la persona humana mantiene una actitud positiva, las empresas obtienen un talento añadido y una fuerza de trabajo motivada y llena de energía y de convivencia alegre. Esto es especialmente cierto, si cada persona cumple el deber de cada instante, y está en lo que hace, con actitud de servicio.
Despertar cada día con el corazón lleno de amor, dispuesto a la lucha y a darse a los demás. Cada cosa que se nos presente, adversa o no es una invitación para aprender y una oportunidad para superarse.