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La Tarea profunda de educar (3 de 3) 2>

Nadie duda que muchas personas desean y viven llenas de optimismo y alegría, tratando de cambiar -con el ejemplo de sus vidas- la penumbra negativa, por   valores positivos, que lleven al país al sano éxito en todos sus aspectos. Recordemos que lo primero en la educación es predicar con el ejemplo.

Sabemos que las autoridades respectivas están poniendo los medios en mejorar la instrucción científica y tecnológica de los estudiantes; de lo que se duda es que sea adecuada y positiva la orientación que están recibiendo muchos jóvenes. cuando se les educa en unos pseudovalores egoístas, que no llevan a la alegría ni a darse a los demás.

Estos pseudovalores tienen su raíz en el erotismo como centro de la existencia, y el egocentrismo de pensar constantemente en uno mismo, olvidándose de los demás y en la reducción del destino del hombre al falso paraíso del más acá, es decir, a la explotación del hombre por el hombre.

Si en las escuelas y universidades se inculcan los valores de siempre, en cierto modo tendremos una garantía de que el futuro moral del país será bueno y floreciente. Por eso es necesario educar bien a la juventud, enseñándoles las virtudes o modos de hacer el bien. La enseñanza de Dios debe estar siempre presente.

Si se trastoca -como actualmente sucede- el orden de los valores, prefiriendo lo efímero a lo magnánimo; lo fugaz a lo permanente; lo que carece de contenido y de peso específico a lo que llena y orienta la vida del hombre, entonces el porvenir del país estará en lo inseguro y falaz, tanto en el sentido religioso y moral, como en el familiar, social y político.

Felicidad es estar de acuerdo con lo positivo, con lo que nos llena de virtudes, con lo que nos permite el trato amigable con Dios, con lo que nos hace que nos olvidemos de nosotros mismos y hagamos dichosos a los demás, especialmente a la familia y a los verdaderos amigos.

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Todos nos hemos preguntado: ¿A dónde va el país? ¿A dónde conducirá la educación que se imparte en los colegios y universidades? ¿Cómo se están formando mis seres queridos? ¿Qué peligros comporta? ¿Qué ventajas tiene? ¿Cómo excluir la locura del cambio de valores perennes de la vida por otros que son efímeros y ajenos a la felicidad?

En los jóvenes reside la oportunidad de ofrecer una aportación personal a la superación de situaciones que no satisfacen las exigencias de la vida. El mundo de los adultos necesita permanecer abierto a la crítica constructiva de la generación que está por asumir sus responsabilidades, y mantener un diálogo franco, libre de aspereza y abierto al optimismo.

No se trata de negar los méritos que ofrece el mundo de los adultos, sino de aprovechar lo positivo y lo permanente, y agradecer lo que se ha hecho.

Es preciso eliminar ciertas injusticias persistentes en convertir nuestra cultura de vida, en una “cultura de muerte”, que conduce por un plano inclinado que lleva a la ruina moral. Por ejemplo: hay que rechazar la costumbre del aborto provocado; eliminar el rechazo a la vida producido por los anticonceptivos; eliminar la droga; el recurso al terror; dar una vida digna a los inhábiles; combatir la pornografía; etc.

A medida que avanza el error nos hacemos tristes e infelices.

Esto se puede hacer, si tenemos una esperanza a toda prueba. La esperanza y la valentía van de la mano. Con la esperanza –pase lo que pase- iremos siempre hacia arriba y lograremos nuestros propósitos positivos. Por ello, siempre hemos de amar la verdad. que nos servirá de faro, para alcanzar nuestros buenos propósitos, que nos lleven a un mundo feliz.

Vivir la alegría, resolviendo: las dificultades del camino 2>

Desechemos las ideas que nos parecen imposibles. Llegará el momento en que –cuando se nos presenten- lucharemos contra ellas, para convertirlas en viables. Tampoco fabriquemos montañas inaccesibles en nuestra imaginación cuando queramos conseguir algo valioso. Esas montañas -casi siempre- son granitos de arena, que superaremos con constancia, con más o menos dificultad, si nuestra visión de la vida es objetiva, positiva y alegre.

No nos compliquemos pensando en miserias futuras, cuando lo que pretendemos son cosas buenas.

La experiencia demuestra que muchos males o problemas sin solución: nunca ocurrieron: y toda la energía y tiempo empleada para prepararnos para tal confrontación, resultaron inútiles. La desesperanza –entre otras cosas- se puede exteriorizar en una desgana por el trabajo o en mal humor, que hemos de quitarnos para trabajar alegremente.

Consideremos el sentido positivo de que nada de lo que hacemos se pierde.  No nos compliquemos la vida pensando en miserias pasadas negativas, considerando que la experiencia futura así será: Jamás aceptar la retórica de los “ojalás”.

Quien se preocupa demasiado por el pasado cae en la mentalidad enfermiza de examinar la cadena de los pasados fracasos como algo indeseable, siendo que de ella adquirimos experiencia para hacer las cosas bien en el presente, el cual debe ser alegre. El futuro hay que construirlo trabajando con prudencia.

Hemos de atenernos a la realidad más material e inmediata, teniendo siempre presente la panorámica del futuro a largo plazo. Por ello, Lo verdaderamente importante es el cumplimiento de nuestro deber de cada instante.

Este presente es el que tenemos que dominar. Pensando, y hacerlo realidad, con nuestra voluntad y lucha, en un ambiente de alegría genuina y auténtica.

Es preciso luchar y olvidarse de sí mismo para conseguir vivir la alegría y para alcanzarla:, vivir primero la esperanza: no seamos aguafiestas, intentemos ser positivos.

Todos buscamos a Dios, no podemos cansarnos en la búsqueda.  La vida no es un camino insoportable, que conduce solo a la muerte sin sentido. La muerte es solo un cambio de casa. No es raro que se caiga en la tristeza, cuando se pierde la alegría de vivir.

La única forma de ser positivo y alegre es rectificando nuestra intención, en todos nuestros actos. El camino: buscar siempre a Dios en las tareas cotidianas.