
No existe una sola persona parada en este divino planeta que no esté formada por algunos bellos recuerdos, pero tampoco existe una sola que carezca de heridas que esté llamada a sanar
No existe una sola persona parada en este divino planeta que no esté formada por algunos bellos recuerdos, pero tampoco existe una sola que carezca de heridas que esté llamada a sanar
Son innumerables las personas que lo saben y pocos los que trabajan objetiva y certeramente para alcanzarla. Es más, debemos estar relativamente felices, si nuestro camino vital es el correcto, porque la felicidad completa la encontraremos solo en la otra vida, cuando gocemos enteramente de Dios.
Lo lograremos en cuanto más nos acerquemos a los hechos, a la verdad y a la autenticidad. la persona confiará en lo que tratamos de comunicar. Las razones varían mucho.
Cómo nos cuesta a veces reconocer que todos somos hermanos, que nadie está autorizado a juzgar, porque cierto es que nos necesitamos, porque nacimos para juntos caminar. Qué fácil es sacar de nuestras vidas a todas las personas que no comulgan con nuestras ideas, qué difícil resulta a veces escuchar otros puntos de vista, que fácil es vivir en el individualismo y el utilitarismo que obstaculizan el vivir en comunidad.
En estos tiempos de violencia, guerras y genocidios valdría la pena recordar que no existe entre los seres humanos ninguna justificada superioridad. No nacimos para enfrentarnos y sí nacimos para conquistar la verdadera paz, esa que parece ser sólo producto de un trabajo serio espiritual. Parece indudable que existen el bien y el mal, parece indiscutible que, como consecuencia de nuestra humana debilidad, en ocasiones contribuimos con uno y con otro. Lo que también parece indudable es que estamos llamados a luchar por tratarnos como hermanos y que no debemos ante ello claudicar.
Con qué facilidad nos destruimos sin darnos cuenta de que hemos sido todos creados por Alguien que no nos ha dado esa potestad. Qué despropósito es vivir sin amar y cuánto nos cuesta ese verbo conjugar. Muchos relativos avances no parecen a la humanidad sumar. Ideologías vienen y van… En aras de la tolerancia parece que lo que se pone en juego es de las personas su dignidad…
Es preciso regresar al interior, a nuestra esencia, a la verdadera reflexión… Nos cuesta relacionarnos en cuerpo y alma mas no así en el entramado de una red social en la que no tocamos almas sino imágenes que ocultan nuestra verdadera identidad…
Reconocer que nos necesitamos tiene como requisito la humildad… Esa que nos permite vernos incompletos para, con otros, nuestro sentido de vida completar. Corremos sin saber muy bien para qué y para dónde. Caminamos sin observar… Nos estamos olvidando de los demás… Interactuamos con la realidad virtual misma en la que se diluye nuestra naturaleza social.
Nada está perdido si nos volvemos a encontrar no sólo a nosotros mismos sino a los demás…Si dejamos de perseguir los bienes materiales en los que pretendemos encontrar identidad.
Parece imperativo nuestras velas en equipo manejar para que el viento no nos lleve a naufragar… Necesitamos nacer de nuevo, atrevernos a reencontrarnos a nosotros mismos y volver a empezar…
Nada está perdido, la luz y la sombra siempre existirán, así como no dejará de existir la posibilidad de reconocer nuestra hermandad.
No queremos ser utilizados por nadie ni debemos a nadie utilizar pues nadie es medio sino fin. Existe ansiedad, impaciencia y prisa y nuestras almas demandan tranquilidad, oración y fe porque estamos llamados a construir la paz individual y social.
Sabemos que la perfección no existe y en ocasiones nos descubrimos queriéndola alcanzar. La confundimos con la excelencia que brinda el diario actuar y la formación de los hábitos que suman a nuestras vidas y a la sociedad.
Qué alegría nos debe dar saber que aún hay tiempo para el rumbo cambiar, saber que existe la oportunidad para nuestra conducta modificar para a la paz sumar.
Nada está perdido si nos atrevemos a abrir los ojos del alma, esos que permiten verdaderamente a nosotros y a los otros observar.
No hay venda que el amor no pueda de nuestros ojos retirar…Caemos pero estamos llamados a volvernos a levantar sin anclar nuestra existencia al pasado y sin dejar de en el presente trabajar.
Que el miedo no nos paralice, que sanemos desde donde tengamos que sanar y que para ello no perdamos de vista el increíble regalo que obtenemos al volver a amar…
Quizá la primera cualidad del líder consista en un apasionado amor por la verdad, como requisito para identificar los problemas, y entonces, situarse en condiciones de encontrar el qué y resolver el cómo. Y además poseer una buena dosis de valentía, para llamar a las cosas por su nombre.
Afrontar la verdad es tal vez el primer rasgo de valentía que exigimos de un líder. La huida o falseamiento de situaciones, y el miedo a saber que uno pudo permanecer equivocado durante poco o mucho tiempo, pueden incapacitar para saber-dejarse-decir las cosas.
La arrogancia, la jactancia, el orgullo, la soberbia y la vanidad son los peores enemigos, que si no se combaten en cuanto aparecen los primeros síntomas, pueden anular al líder, corrompiendo su juicio mental y torciendo su voluntad.
Somos muchos, los que estamos convencidos, de que la prueba de oro de una persona de valía es la humildad, que no quiere decir apocamiento sino permanecer en la verdad, aunque tomar esta pueda ser muy duro.
Un líder auténtico no duda en apoyarse en hombres más capaces que él y confía en ellos. Pero antes les pide lealtad, lealtad y más lealtad.
Esta lealtad se demuestra especialmente en los momentos adversos. El líder se esfuerza en llegar siempre a una concepción personal de las situaciones, habiendo acudido a su propia experiencia y a los datos acumulados por los expertos.
El líder necesita actuar con la mayor objetividad posible, y se cuida bien de no forjarse una imagen definitiva de las situaciones, como de un peligro que podría comprometer sus decisiones posteriores.
Cuando descubre algo, o se le ocurre alguna idea, da cuenta de sus perplejidades o dudas a los que deban trabajar con él, así como de sus conclusiones –una vez que haya escuchado a los expertos-.
Es flexible: ajusta su actuación a las circunstancias concretas de cada persona o situación: buscando información de muchas fuentes; revisa sus actitudes; decide distinguiendo con claridad lo que es importante de modo permanente, y lo que es transitorio.
Es profundamente comunicativo y no tiene miedo a descubrir que los demás opinen diferente. Sabe rectificar y aprender de sus errores. Tiene un claro conocimiento de mundo, al cual él debe ajustarse: la religión y la moral, le indican los límites y los cauces de su quehacer político, sin más señalización que el respeto y el fomento de los derechos humanos.
Es fundamental que adquiera los conocimientos para realizar con justicia su gestión, mediante el estudio detallado de la ley y el ordenamiento naturales del hombre y de las cosas. Por ejemplo, si es católico debe conocer bien la fe y la moral de Cristo y la doctrina social del Magisterio de la Iglesia.
Nos parece que México va marchando bien. La recesión que nos afecta, está en otros aspectos de la vida, como el moral y la falta de valores en la familia, célula de la sociedad.
Estas situaciones que se han formado, nos dañan y nos afectan profundamente: el virus de la violencia, inseguridad, narcotráfico, divorcio, la brecha entre ricos y pobres, la pornografía, etc. La corrupción, en una palabra.
Todo ello parece haberse metido en el seno de la sociedad. Los problemas se amontonan de modo que parecen formar un nudo gordiano, que, según se dice, todavía no aparece por ahí quien lo desate.