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Somos Hermanos 2>

Cómo nos cuesta a veces reconocer que todos somos hermanos, que nadie está autorizado a juzgar, porque cierto es que nos necesitamos, porque nacimos para juntos caminar. Qué fácil es sacar de nuestras vidas a todas las personas que no comulgan con nuestras ideas, qué difícil resulta a veces escuchar otros puntos de vista, que fácil es vivir en el individualismo y el utilitarismo que obstaculizan el vivir en comunidad.

En estos tiempos de violencia, guerras y genocidios valdría la pena recordar que no existe entre los seres humanos ninguna justificada superioridad. No nacimos para enfrentarnos y sí nacimos para conquistar la verdadera paz, esa que parece ser sólo producto de un trabajo serio espiritual. Parece indudable que existen el bien y el mal, parece indiscutible que, como consecuencia de nuestra humana debilidad, en ocasiones contribuimos con uno y con otro. Lo que también parece indudable es que estamos llamados a luchar por tratarnos como hermanos y que no debemos ante ello claudicar.

Con qué facilidad nos destruimos sin darnos cuenta de que hemos sido todos creados por Alguien que no nos ha dado esa potestad. Qué despropósito es vivir sin amar y cuánto nos cuesta ese verbo conjugar. Muchos relativos avances no parecen a la humanidad sumar. Ideologías vienen y van… En aras de la tolerancia parece que lo que se pone en juego es de las personas su dignidad…

Es preciso regresar al interior, a nuestra esencia, a la verdadera reflexión… Nos cuesta relacionarnos en cuerpo y alma mas no así en el entramado de una red social en la que no tocamos almas sino imágenes que ocultan nuestra verdadera identidad…

Reconocer que nos necesitamos tiene como requisito la humildad… Esa que nos permite vernos incompletos para, con otros, nuestro sentido de vida completar. Corremos sin saber muy bien para qué y para dónde. Caminamos sin observar… Nos estamos olvidando de los demás… Interactuamos con la realidad virtual misma en la que se diluye nuestra naturaleza social.

Nada está perdido si nos volvemos a encontrar no sólo a nosotros mismos sino a los demás…Si dejamos de perseguir los bienes materiales en los que pretendemos encontrar identidad.

Parece imperativo nuestras velas en equipo manejar para que el viento no nos lleve a naufragar… Necesitamos nacer de nuevo, atrevernos a reencontrarnos a nosotros mismos y volver a empezar…

Nada está perdido, la luz y la sombra siempre existirán, así como no dejará de existir la posibilidad de reconocer nuestra hermandad.

No queremos ser utilizados por nadie ni debemos a nadie utilizar pues nadie es medio sino fin. Existe ansiedad, impaciencia y prisa y nuestras almas demandan tranquilidad, oración y fe porque estamos llamados a construir la paz individual y social.

Sabemos que la perfección no existe y en ocasiones nos descubrimos queriéndola alcanzar. La confundimos con la excelencia que brinda el diario actuar y la formación de los hábitos que suman a nuestras vidas y a la sociedad.

Qué alegría nos debe dar saber que aún hay tiempo para el rumbo cambiar, saber que existe la oportunidad para nuestra conducta modificar para a la paz sumar.

Nada está perdido si nos atrevemos a abrir los ojos del alma, esos que permiten verdaderamente a nosotros y a los otros observar.

No hay venda que el amor no pueda de nuestros ojos retirar…Caemos pero estamos llamados a volvernos a levantar sin anclar nuestra existencia al pasado y sin dejar de en el presente trabajar.

Que el miedo no nos paralice, que sanemos desde donde tengamos que sanar y que para ello no perdamos de vista el increíble regalo que obtenemos al volver a amar…