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Santo Tomás Archivos - Somos Hermanos

La Auténtica Amistad (1 de 2) 2>

Para encontrar un amigo, lo primero es interesarnos por algo en común: y más tarde o más temprano –con el trato mutuo-  surgirá la amistad. Los amigos se miran a los ojos, porque existe confianza mutua: ¡Qué bueno que existas!

¿Y la antipatía?

Depende de uno. Cuando se dan cuenta de que en verdad se quieren, la antipatía desaparece. Es uno de los modos de manifestarse el amor mutuo.

Los hombres coaligan sus vidas para cumplir una misión.

“¡Pobre del que está solo, que si cae no tiene quien le levante!” (Anónimo). En vez de tener un amigo, ¿no sería mejor no tener a nadie? Esto es la soledad, totalmente opuesta a un amor limpio.

La amistad implica amor y comprensión, más que en recibir es darse. Sólo Dios no necesita del amor de nadie, porque es Amor. La amistad “es la premisa indispensable para lograr captar la realidad de la vida y alcanzar la consiguiente plenitud existencial” (J.B. Torelló. Psicología abierta).

 El hombre es un ser indigente e inacabado, abierto a Dios y a los demás. La persona humana, como ser creado es susceptible de perfeccionamiento. Nadie se perfecciona solo, intervienen en su vida: las cosas, los hechos -sobre todo- las personas.

Si cada uno de nosotros no es Dios, está claro que no nos bastemos para alcanzar por sí mismo la perfección a la que hemos sido llamados. Pero no basta saberlo, es imprescindible, que estemos profundamente convencidos.

“En el amor de amistad, el amante está en el amado en cuanto juzga como suyos los bienes o los males del amigo, y la voluntad de éste como suya de modo que parece sufrir en su amigo los mismos males y poseer los mismos bienes” (Santo Tomás de Aquino).

“En un cristiano, en un hijo de Dios, amistad y caridad forman una sola cosa: luz divina que da calor” (san Josemaría Escrivá, Surco, n.565). “No basta ser bueno, has de parecerlo. ¿Qué dirías de un rosal que no produjera más que espinas” (Surco, n.735)

“Dios busca colaboradores de Él, en la tarea de nuestra salvación: Del amor de Dios, se origina una dimensión de amor entre los hombres, participación del amor divino. Quien no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo amará a Dios a quien no ve?  Nadie tiene amor que supere a éste: dar uno la vida por su amigo” (cfr  Jn 5, 13-14).

“El amigo es otro yo. Sin amistad el hombre no puede ser feliz” (Aristóteles). “El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber cómo eres te quiere” (Anónimo).

“El que tiene un amigo verdadero puede decir que tiene dos almas” (Anónimo). “Una de las alegrías de la amistad es saber en quien confiar” (Alejandro Manzoni). Hay un proverbio que dice: Un amigo que deja de serlo, es que no lo ha sido nunca.

Crecer en sinceridad, es una actitud que no tiene límites 2>

La sinceridad de vida se identifica con la veracidad, virtud por la que el hombre se manifiesta en palabras y hechos tal como es interiormente, según lo exigen las relaciones humanas (Santo Tomás)

Las palabras y las acciones necesitan ser conformes a la realidad que expresan. Esta afirmación  nadie la niega. Es necesario, para la convivencia humana dar mutuo crédito a las palabras y creer que nos dicen la verdad. La sinceridad, es, pues, como la principal cualidad de la conciencia.

“Sea, pues, vuestro modo de hablar: sí, sí, o no, no, que lo que pasa de esto, de mal principio proviene (Mt 5, 37). Esta sinceridad es particularmente necesaria para manifestar le verdad de la fe, ante los demás hombres, tanto en  las cosas pequeñas como  en las cosas  grandes,  con hechos o con palabras: hasta el martirio, si es preciso.

Para juzgar rectamente de la moralidad de nuestras acciones no basta tener doctrina, es necesaria aplicarla rectamente a las circunstancias particulares. Someterse a Dios, reconocer que dependemos de Él  y las exigencias que esto comporta. Reconocer que se ha obrado mal y rectificar. O también, aceptar  que se ha actuado bien y dar las gracias por ello.

Quienes viven en armonía y sinceridad con su conciencia, muestran siempre un semblante atractivo, que da confianza.

Cuando no hay sinceridad las personas se degradan y no se tienen confianza unas a otras. Su sonrisa es ficticia. Por eso,  la persona más peligroso:  es  la mentirosa.

Adquirir desde niño la sinceridad y la lealtad  tiene una importancia casi absoluta para vivir bien.   Es necesario amar siempre la verdad, aunque a veces pueda uno pasarla mal, ante gente que no tiene escrúpulos.

En la educación y formación de los niños y jóvenes, también de uno y de los demás, la sinceridad debe ocupar un lugar prioritario, a través de una acción constante de lealtad, claridad y objetividad que se adquiere principalmente en el hogar

Encontrarse personalmente con Dios en actitud de plena sinceridad, lograr la plena sinceridad con Él es de gran utilidad para todo.  Buscar no sólo el perdón sino la fortaleza y luces nuevas para progresar en la virtud y ser felices.

Objetividad con uno mismo. Evitar el disimulo de la propia flaqueza, y tratar de conocerse uno mismo, evitando la ignorancia de sí.  Para ello, es necesaria una actitud de auténtica humildad, periódico examen de conciencia. Contrición. Penitencia.

Desde niños la aspiración a la sinceridad de vida, ha de cimentarse en la gracia divina,  poniendo como ejemplo a los papás y a los educadores.

Cómo combatir la tristeza 2>

Reconocer lo doloroso es importante, aunque no es lo mismo que ignorar su padecimiento, eso es adecuado, pero se ha de combatir para que no paralice el actuar en el futuro. La pandemia actual supera cualquier acontecimiento anterior, por eso ahora es preciso afrontar la tristeza, pero tratar de salir de ella lo más pronto posible.

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