
La amistad auténtica es tan importante, que es preciso cuidarla como si fuera un tesoro gigantesco. El mundo puede venirse abajo, pero la amistad verdadera no puede perderse nunca.
La amistad auténtica es tan importante, que es preciso cuidarla como si fuera un tesoro gigantesco. El mundo puede venirse abajo, pero la amistad verdadera no puede perderse nunca.
El amor es exigente. Todas las formas de amor son participación de Dios (cfr. Apoc 3, 19 – 20). Querer al amigo, es desearle que viva en el bien y en la verdad. Por ejemplo, no permitirle que prefiera lo agradable, a lo bueno. Debemos querer a las personas como son, incluso con sus defectos, pero si los amamos en serio, desearemos que superen esos defectos.
La amistad implica amor y comprensión, más que en recibir es darse. Sólo Dios no necesita del amor de nadie, porque es Amor. La amistad “Es la premisa indispensable para lograr captar la realidad de la vida y alcanzar la consiguiente plenitud existencial” (J.B. Torelló. Psicología abierta).
Si me considero hijo de Dios, pero hijo irrepetible mi autoestima crecerá contantemente y estaré alegre en todos los momentos de mi vida, por precarios que estos puedan mostrarse. Todos valemos mucho, pero a veces nos dejamos caer en el desánimo, si la situación por la que pasamos es ardua, dolorosa y durable, y vemos las cosas de color negro.
Quizá el punto de partida sea el tratar de comprender bien a los demás y adentrarnos en la situación de cada uno. Ningún individuo es idéntico a otro. Cada quien tiene su propia personalidad, su carácter, su temperamento, sus metas e ilusiones profesionales, familiares; sus propios gustos y aficiones.