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Si somos humildes: los fracasos nos ayudan a trabajar mejor 2>

Vea en los fracasos experiencias de aprendizaje. Con el fracaso percibimos lo que no debemos hacer y descubrimos un camino que nos acerca o nos conduce al éxito deseado. Considere los fracasos como la retroalimentación negativa, que se requiere para corregir el rumbo y tomar un camino acertado.

Los fracasos son una gran oportunidad de crecer en afán de superación y hacer crecer las virtudes y las actitudes positivas. Descubra en los fracasos la oportunidad de aumentar su buen humor, pero llegue a la causa del fracaso para corregirse.

Vea en los fracasos la coyuntura necesaria, para practicar sus técnicas y mejorar su trabajo. Aprecie el trabajo como, algo divertido, en una labor que debe conquistar. El fracaso es parte de la vida misma, que consiste en un comenzar y recomenzar, pero no para lamentarse y/o permanecer caído: sino para levantarse y remontar uno más arriba que las águilas.

No se trata de desear el fracaso, sino de aprender a manejarlo en beneficio de todos. Cuando ocurre el fracaso, necesitamos iniciar el proceso con la recopilación de personas, hechos y consecuencias asociados.

“Te asustas ante las dificultades, y te retraes. ¿Sabes qué resumen puede tratarse de tu comportamiento?: ¡comodidad, comodidad y comodidad!

Habías dicho que estabas dispuesto a gastarte, y a gastarte sin limitaciones, y te me quedas en aprendiz de héroe. ¡Reacciona con madurez!”. (san Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco,  n. 521).

Aprendamos de nuestros fracasos para estar mejor que antes, y conseguir con alegría los objetivos que nos proponemos.

Vivir la vida con sentido común 2>

El éxito es una habilidad que se necesita desarrollar constantemente y que debe estar acompañado por las virtudes humanas y sobrenaturales, para hacer continuamente el bien. con unidad de propósito.

Empieza cuando queremos. Querer es hacer las cosas con una voluntariedad firme y una buena inteligencia, que no acepta nunca una negativa, y que siempre está aprendiendo a hacer las cosas mejor.

Implica estudiar y luchar cada día para alcanzar la meta. Subir cada día un escalón y no bajar ninguno. Siempre aceptar nuestros errores.  Corregirnos y actuar como si ya hubiéramos logrado nuestras metas y seguir así hacia adelante.

En buena parte es una cuestión psicológica. Por ello, implica esforzarse   en hacer crecer las virtudes, especialmente   la fortaleza y la prudencia, hasta terminar con perfección el trabajo, que requiere de un modo u otro ayudar a los demás.

Descuidar las debilidades sería fatal, pues “el hilo se rompe por el punto más delgado.”  Hay que esforzarse para convertir las debilidades en fortalezas, es decir, en hacer el bien sin desanimarse.

Hacer las cosas por servir. Ni esclavo de personalismos ni de egocentrismo, sino generosidad.  El éxito trae la tranquilidad dela cumbre, que sirve para descansar y reponer fuerzas, y seguir adelante y hacia arriba con objetivos bien claros de lo que se desea alcanzar.

Aprender a trasmitir mis conocimientos y mi experiencia al que no sabe, y podré avanzar más.  Es decir, aprender a hacer de nuestra vida un éxito, hasta que la vida termine, trasmitiendo con alegría nuestra experiencia. Afrontar cada trabajo e identificar lo esencial del mismo, realizándolo en un 100%, aspirando a la perfección del mismo (sin ser perfeccionista). Lo cual implica cuidar las cosas pequeñas y no perderse en las insignificancias o detalles no importantes.

El mundo exterior me indica el nivel que puedo alcanzar, Pero interiormente puede uno crecer siempre en las virtudes, que son las fuerzas del alma.

La habilidad para pensar de este modo, me llevará a identificar y eliminar la barrera interna y negativa, que a veces existe en uno y que frena el trabajo. Al corregir la barrera interna, desaparece la barrera externa: el” Yo no puedo”, “es que”, “pensé que” “creí que” …

El éxito no tiene fin. Lo que hasta ahora se haya logrado es ganancia, pero es ineludible terminar bien el trabajo concreto, y empezar otro -aplicando la experiencia adquirida- como si fuese poco más que un punto de partida: no como una culminación.

El éxito en la vida consiste en seguir siempre adelante, con objetivos que –mejoran nuestras virtudes y desarrollan nuestras habilidades-  y que dan un sentido positivo a todo lo que hacemos. Y que ayudan a los demás.

El éxito en la vida nos impulsa a seguir siempre adelante, pero recociendo los errores y eliminándolos con los aciertos. Recuerde que el éxito es la realización máxima de su habilidad, pero especialmente incluye el mejoramiento de las virtudes “Compórtate como si el éxito fuera inevitable” (Anónimo), aunque en buena parte depende de uno.

Hemos de tener éxito en la vida, pero siempre acompañado de la felicidad.  Lo que implica hacer continuamente el bien, por amor a los demás, y rectificar la intención haciendo las cosas principalmente por amor a Dios.

Resumiendo, se trata de hacer de la vida un éxito en todos los aspectos, y para lograrlo, estar siempre animados.

Paisano y bastión, Serrano Limón 2>

Una tarde fría de invierno, trabajando como el solía, haciendo y dejando hacer, dialogando, que, no imponiendo, su corazón dijo basta y se fue para siempre -como se van los grandes- dejando imborrable el recuerdo del amigo, del luchador, del maratonista, del padre de familia y del polémico, Jorge Serrano Limón.

Lo conocí bien, con frecuencia desayunábamos, discutíamos, reíamos, rezábamos y dialogábamos, como lo hacen los amigos. Cuatro aspectos de su vida me impactaron siempre: su fortaleza y disciplina, su amor a la vida, su inquebrantable fe y la calidad y calidez de su trato, especialmente a su mujer Magda y los suyos.

Jorge nació en la ciudad de México hace 71 años, inició sus estudios en la escuela primaria Benito Juárez y los terminó cursando la carrera de Administración en la Universidad Latino. Hijo de Gustavo Serrano Mass, abogado Penalista de la Libre de Derecho y sobrino nieto de Ana Mass de Serrano, conocida profesora de filosofía de la UNAM, cercana al Maestro Vasconcelos.

Casado y con 7 hijos. Desde 1978 Jorge trabajó en la promoción y defensa de la vida, tema en el que vio siempre más allá, con claridad meridiana, como más allá vieron los que siempre a la venta o uso de los hombres de color en siglos pasados y fueron tachados de radicales locos o los que reclamaban el derecho al voto de la mujer cuando ella tenía prohibido acercarse a las urnas.

El día que todos reconozca al óvulo y al espermatozoide como seres vivos que al unirse forman una vida humana única e irrepetible, todos entenderán mejor al Serrano Limón que se nos ha marchado.

Pienso en una cena en los años 80s en la ciudad de Monterrey en la que el Dr. Bernard Nathanson, fallecido apenas hace 11 años, mejor conocido como el rey del aborto por los más de 60 mil abortos que practicó, reunión en la que él mismo taciturno como era, acompañado de su esposa comentaba que gracias a la ciencia alcanzó a ver con claridad que desde la concepción lo que existe es un ser humano vivo y que por esta razón su vida dio un giro de 180 grados y destinó el resto de su existencia a defenderla y promoverla.

Ese es Serrano Limón, al que era común verlo correr por los viveros de Coyoacán a las 5 de la mañana, que participó en más de 90 maratones y presumía de haber dado 4 veces la vuelta al mundo desde su ecuador, el de los métodos de comunicación masiva cuestionables y creativos, ese  luchador de la vida que trabaja afuera de los hospitales del país  y de Latinoamérica tratando de convencer a quienes van a abortar de que no lo hagan, ese Jorge que, con la gracia de Dios consiguió evitar decenas de miles de abortos, se nos ha ido.

Ayer por la noche al saber de su muerte se instalaron en mi mente y no se han ido, las palabras que hace más de dos mil años escribió San Pablo, antes de morir, a su amigo Timoteo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

Algunas ideas básicas sobre la amistad 2>

El amor es el acto por el cual la voluntad se identifica y se reúne con la alegría y bienestar del otro. La amistad auténtica es la que sabe compartir esta alegría, sin el más leve rastro de envidia. Es amigo aquel que comparte los gozos y las penas. El amigo es el otro: la felicidad y el dolor ajeno, pero hechos propios. Para ser dichoso, el hombre necesita de los otros.

Todas las formas de amor genuino son participación del amor de Dios (cfr  Apc 3, 19-20). Por ello, amar al amigo es desearle que viva en el bien y en la verdad.

Debemos amar a las personas como son, incluso sus defectos: si los queremos de verdad, desearemos que el amigo supere los defectos. La solución nunca está en la violencia, sino animando a mejorar.

Es sintomático -de la verdadera amistad-, manifestarle esos defectos en una conversación sincera e íntima. Es preciso que el amigo se decida a luchar –convenciéndose él mismo- de la necesidad de esa lucha. Esto requiere paciencia y comprensión, siendo exigentes, enfrentando al amigo con la realidad.

El consejo facilita la libertad: aporta nuevos elementos de juicio, que enriquecen las posibilidades de elección. Es el momento de comprender al amigo y estar a su lado, para animarle a superar el obstáculo, sacando el mejor bien posible de los defectos, transformándolos en virtudes. Rectificar siempre es necesario.

El amor abarca a la persona entera. Aunque en la amistad no se da una verdadera intimidad (esta la tendremos solo con Dios), es en el amigo con quien se habla sinceramente y se piensa en voz alta. No obstante, la amistad debe salvarse, aunque no se compartan las creencias.

Si las ideas son opuestas, al menos el afecto debe unir la amistad, porque es mejor esto que nada.

La verdad existe, es inmutable, hay que descubrirla y abrirse a ella:   son los dogmas. No puede cederse en los dogmas, que son verdades centrales. La humildad es la verdad.

“No podemos admitir el miedo a la ciencia, porque cualquier labor, si es verdaderamente científica, tiende a la verdad. Y Cristo dijo: Ego sum veritas (san Juan 14, 16) Yo soy la verdad” (san Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 10)

Lo opinable, son verdades parciales. Los hechos admiten interpretaciones.   Lo que se pide es ser consecuente con lo propio y estar dispuesto a dejarlo si alguien nos convence de lo contrario. Ayudar al amigo. Para ello es necesario de una actitud de olvido de sí mismo y de ayuda al otro. El amor debe prevalecer y centrarse en la persona: “qué maravilla que existas”.

Una mujer universal 2>

Falleció Lucía Chávez Galván, una mujer universal y a quien Dios le dejó ver la fecundidad de su entrega. Numeraria Auxiliar del Opus Dei, pidió su admisión el 14 de febrero de 1952, el mismo día que su hermana Santos, una en la mañana y otra por la tarde. El, 16 de enero de 2025, en la primera hora del día, Dios la llamó a su presencia a los 93 años de edad.

Es un día de duelo y oración para su familia y amigos, pero también un día de acción de gracias por su vida, oculta y escondida, su fidelidad se multiplicó por cientos de vocaciones en México y muchas otras partes de América que siguiendo su ejemplo respondieron con generosidad a la llamada de Dios.

Es sin duda una mujer universal porque hizo rendir y multiplicó los talentos que Dios le dio. Ocupada en tareas domésticas, ocultas y escondidas potenció desde atrás el trabajo fecundo de sus hermanos y hermanas. Tuvo mucho en cuenta las cosas pequeñas y su cuidado de la virtud de la pobreza fue ejemplar.  Muy responsable en sus trabajos, transmitía sus conocimientos a las más jóvenes.

Seguía el curso de la vida política del país y rezaba para que el comunismo no arraigara en nuestras tierras mexicanas.  Le gustaba oír las noticias y las entrevistas de política.

Su fidelidad a sus normas de piedad era notable. Rezaba con cariño y en los últimos años de su vida lo hacía más intensamente.

Permitió con su vida que el Opus Dei fuera una familia.  El servir brota de la caridad, dijo Don Luis Ramos en la homilía de la Misa que celebró el viernes 17 de enero a la que asistieron numerosas mujeres del Opus Dei, y para Lucy servir era un orgullo, se notaba siempre su actitud dispuesta a servir. Portaba a diario su bata de trabajo y no podíamos convencerla de que al menos a ratos se la cambiara por traje de calle.

Cuando se arreglaba más con motivo de alguna festividad familiar o religiosa, le gustaba ir muy bien combinada.