Al darse la fecundación, el nuevo ser humano es querido por Dios. No es alguien que nace y “a ver qué sucede”, esa criatura tiene una misión, un encargo directamente dado por Él. Y además dotado con unas inclinaciones para realizar ese proyecto. Esa misión es para provecho de la misma persona, y con esa tarea beneficiar a los demás.
Sabemos que en el núcleo familiar se produce, de manera natural, una influencia educativa. Esa influencia puede ser más profunda y visible, cuando advierten que todos necesitamos de los demás.
Cualquier pregunta o acción de un niño es una oportunidad maravillosa de advertir la riqueza de sus observaciones, la capacidad de relacionar lo que se les enseña.
La información veraz construye la ética de los comunicadores, y facilita al público opinar con justicia. Todos tenemos derecho a la verdadera información, a la que relata los acontecimientos tal como sucedieron.
Es muy triste ver a personas que han tenido muchas oportunidades –buen ejemplo en su familia, acceso a una educación cuidada en todos los niveles, buenas relaciones sociales, buen trabajo, buen matrimonio- y terminan abandonando todo eso influidos por malas compañías que les inducen a las drogas o a otros vicios que les atrapan.