San Juan Pablo II, en el Discurso pronunciado el 2-X-1979, a la XXXIV Asamblea General de la ONU, menciona algunos derechos humanos inalienables del hombre, del cual hemos sacado una relación.
Se debe apreciar a todos los integrantes de una familia y quererlos de todo corazón. En ese ejercicio cotidiano, hay que aprender a perdonar, comprender y disculpar. Esto se dice fácil, pero en muchas ocasiones, hay que hacer un esfuerzo particular para lograr ese objetivo.
La fidelidad de los cónyuges es lo que más los llena de alegría, lo mismo que los hijos y los nietos. Paladean todos esos años que vivieron juntos, desde que se conocieron. Luego cuando se pusieron de novios e iban a fiestas y bailes.
Las palabras y las acciones necesitan ser conformes a la realidad que expresan. Esta afirmación nadie la niega. Es necesario, para la convivencia humana dar mutuo crédito a las palabras y creer que nos dicen la verdad. La sinceridad, es, pues, como la principal cualidad de la conciencia.
Los seres humanos tenemos en nuestra misma persona una estructura de familia. Nuestro nombre revela cuál es nuestra identidad.