En aquel histórico viaje, en que fue aclamado por la innumerable multitud que le aplaudía y coreaba con enorme cariño: “¡Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo!”. Desde el aeropuerto el “papamóvil” lo trasladó directamente a la Catedral de México, donde celebró su primera Santa Misa en el continente americano.
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