SIEMPRE OPTIMISTAS

23 enero, 2024

Un huracán de pesimismo se ha desatado en muchos sitios. Por ejemplo: las buenas costumbres van desapareciendo, los hijos ya no obedecen a los padres; y éstos –por miedo- no se atreven a mandarles; las madres de familia ya no quieren educar a los hijos; los esposos esquivan su responsabilidad y se descompromete.

 

El desempleo se torna masivo, aumenta el control natal, la pornografía, el aborto, y el fracaso educativo. Los salarios mínimos se tornan insuficientes para asegurar la comida, vestido y techo a las familias.  Crecen las tensiones entre las autoridades y los subordinados; las diferencias entre las clases sociales se acentúan; y, sobre todo, aumenta la desconfianza en la sociedad.

 

Desde cualquier sitio que veamos, aparecen fuertes descargas de rayos y vientos huracanados, que amenazan la serenidad en las familias y la estabilidad social de algunos países. Es imperativo reaccionar cuanto antes contra la ola de pesimismo. Lo atinado es abrirnos al optimismo, a lo que es positivo, y ahogar el mal con abundancia de bien.

 

La experiencia muestra que los juicios apocalípticos raramente son acertados, y que las cosas no son tan negras como a veces se les mira. Por ejemplo el mito de la explosión demográfica sigue estando de moda, y todavía hay muchas cosas que conquistar y el orbe tiene capacidad para albergar otros miles de millones de habitantes. Y así todo lo que miramos y calificamos como catastrófico. Es falso ese “sálvese quien pueda”.

 

Reaccionemos positivamente, corrijamos lo que esté mal y llenémonos de esperanza. Incapacitémonos para la tristeza y la desesperanza, y demos carta abierta a la alegría. Luchemos personalmente por mejorar, y pensemos en lo que podemos ayudar a los demás.

 

Abrámonos de par en par nuestras puertas a Dios y aceptemos que, si hacemos lo que Él nos pide, tendremos una mayor felicidad relativa aquí en la tierra. Y después de la muerte, gozaremos de una felicidad -muy grande-  que no se acaba.

 

Afrontar las dificultades con paz y orden interior, son actitudes indispensables para construir un futuro mejor, más humano y más digno.  La paz es obra de la justicia, y nadie es justo si antes no es veraz, si no ha aprendido a agotar la verdad, aunque ello le lleve la muerte. El hombre no vive sólo de pan, sino sobre todo de la verdad.

 

Hace falta convertir los vicios en virtudes, ya que la tranquilidad y el orden que palpamos y vemos en el mundo, son un reflejo del equilibrio que existe dentro de cada persona que obra el bien.

 

El mundo atraviesa diversas crisis, que en sí no son ni buenas ni malas, dependiendo del derrotero que sigan y del punto de vista que las veamos.  Si la crisis, por ejemplo, la guerra entre Rusia y Ucrania lleva al desorden es señal cierta que hay que corregir algo o mucho, llegando y quitando   las causa que lo provocan. Si la crisis es un cambio para alcanzar un bien, seamos constantes y perseverantes para alcanzarlo.

 

Salvaguardar la paz implica una justa distribución (no igualdad) de los bienes, dándole a cada persona lo suyo. No deja de ser sintomático que cada vez sea más notorio el abismo entre el desarrollo económico y el progreso social, es decir, entre quienes tienen cientos de millones de pesos y un porvenir más o menos asegurado y quienes solamente poseen lo que traen puesto. Si estas condiciones tan discrepantes continúan, habría que apretar el botón de alarma.

Se requiere la cooperación desinteresada de quienes tienen poder económico e influencia.  Y también, de una honesta discusión de los problemas, y la mutua solidaridad profesional. No cooperarían al bien, los mercantilistas del sexo, que hacen pingües negocios inundando de pornografía la sociedad. En cambio, proporcionan un gran bien a la sociedad todos aquellos que se empeñan en defender y difundir la libertad y la responsabilidad sociales.

 

Tanto los individuos como las familias deben gozar de auténtica libertad –de capacidad real de elegir-. Para conseguirlo, habría que crear las condiciones externas que permitan que cada persona alcance y disfrute del lugar que por sus condiciones naturales le corresponde.

 

Se atenta a la libertad, por ejemplo, cuando en las escuelas se enseñan valores contrarios a la sinceridad, sencillez, lealtad, fidelidad, reciedumbre, alegría, castidad, etc., por maestros sin escrúpulos y textos inadecuados que inviten a obrar mal.

 

Ante la “peste negra” que nos invade, se hace necesario resaltar estos valores humanos y perennes, apoyándonos primero en la familia. “Todos los males se pasan siempre”, si sabemos afrontarlos con su remedio contrario: las obras de auténtico servicio a los demás.

 

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