¿Para qué propone el Papa un “mestizaje cultural”?

15 febrero, 2019

Por: Luis Fernando Valdés López

Hubo un gesto del Papa Francisco, en su reciente reunión con los representantes de los pueblos indígenas del mundo, que pasó muy desapercibido en las noticias. El Pontífice esbozó un programa para reconciliar las tradiciones indígenas con el mundo civilizado y así superar la crisis ecológica.

  1. Un reunión peculiar. El pasado jueves 14 de febrero, el Papa visitó la sede de la FAO en Roma, para inaugurar la 42° sesión del Consejo de los Gobernadores del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), un organismo de la ONU.

En este marco, el Pontífice se reunió con un grupo de 38 delegados de 31 pueblos indígenas de América, África, Asia y el área Pacífico. La reunión duró unos veinte minutos. El Papa Francisco saludó a los presentes uno por uno y algunos de ellos le donaron estolas artesanales. (aica.org, 14 feb. 2019)

  1. Un reconocimiento a los pueblos originarios. En su discurso a estos representantes de los pueblos indígenas, Francisco puso de manifiesto las aportaciones que pueden proporcionar las comunidades originarias para el cuidado del planeta, nuestra casa común.

El Papa afirmó que los pueblos originarios, “con su copiosa variedad de lenguas, culturas, tradiciones, conocimientos y métodos ancestrales”, se convierten para todos en “una llamada de atención” que advierte que el ser humano “no es el propietario de la naturaleza, sino solamente el gerente”.

El significado de estas palabras es desafiante. Francisco da a entender que las soluciones al problema ecológico deben contar con las tradiciones y la cultura de los pueblos que viven desde hace siglos en el campo, pues su sabiduría es un factor clave para aprender a respetar la naturaleza.

  1. Aprender a dialogar con la tierra. En este mismo discurso, el Obispo de Roma destacó un aspecto de relación del hombre con la tierra, que quizá conocemos muy poco quienes vivimos en ambientes urbanos.

Se trata del “diálogo” con la tierra. Esto significa que la relación con el entorno es mucho más profunda que la explotación agrícola y las ganancias económicas. Y en esto, los habitantes de las zonas rurales, que saben contemplar los ciclos de la naturaleza, nos dan una gran lección.

Francisco explicó que “la tierra sufre y los pueblos originarios saben del diálogo con la tierra, saben lo que es escuchar la tierra, ver la tierra, tocar la tierra”. El Pontífice también señaló que los pueblos indígenas “saben el arte del bien vivir en armonía con la tierra”, y nos invitó a los que “quizás estemos tentados en una suerte de ilusión progresista a costillas de la tierra” a aprender de ellos.

  1. Un nuevo tipo de mestizaje. El Papa advirtió que “en el imaginario colectivo” existe el peligro de considerar a los pueblos civilizados “de primera” y a los pueblos así llamados originarios o indígenas “de segunda”.

De esta manera, Francisco salió al paso del prejuicio de que los pueblos indígenas no tendrían nada que aportar en el cuidado de la naturaleza, dado que sus conocimientos no son sistemáticos o académicos.

Y advirtió que ese es “el gran error de un progreso desarraigado, desmadrado de la tierra”. Y entonces hizo una propuesta de que los pueblos civilizados dialoguen y reciban la sabiduría de aquellos otros pueblos: “Hoy urge un ‘mestizaje cultural’ donde la sabiduría de los pueblos originarios pueda dialogar al mismo nivel con la sabiduría de los pueblos más desarrollados”.

Epílogo. Quizá durante mucho tiempo hemos vivido con el paradigma de que las zonas rurales son básicamente una bodega de recursos naturales, como una primera etapa de la actividad económica, que pueden ser explotadas cada vez con mayor eficiencia mediante el uso de la tecnología.

Pero la crisis ecológica nos obliga a pensar de otra manera. Y aquí Francisco nos da una gran pista: dejar de ver la naturaleza como fuente de materias primas, para verla con la sabiduría de los pueblos indígenas, que han aprendido –durante siglos– el arte de tratar a la tierra con respeto y armonía, pues han entendido que los bosques, campos y ríos son “nuestra casa común”.

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