“Hombre, amarás a tu mujer; mujer, obedecerás a tu marido”. Efesios 5, 21-33
En este artículo de reflexión, intento hilvanar las palabras de Papa Francisco sobre la mujer y hacer mis propuestas, para la complementariedad entre hombre y mujer, en la vida familiar y dentro de la Iglesia.
Por: Tere García Ruiz
@TRaltruismo tgarcia@somoshermanos.mx
Obedecer significa escuchar con atención. El prefijo Ob se refiere a oposición; así que, ob edire y obaudire, palabras de las que viene “obedecer”, significan escuchar con atención. En este caso, se trata de seguir la pista a la voz del varón, estar atenta a sus palabras, y ser, cuando sea necesario, una “contra positiva”. Esto significa, que a veces será preciso corregirlo, siempre con amor, y ayudarle –con ternura- a reorientar sus pensamientos, hacia la Verdad, la Justicia, la Mesura, el Amor…
Si la traducción bíblica usa, en lugar de “obedecer”, la palabra “respetar”, esta viene del latín specere que significa “mirar”. De ahí que, re-spectus quiere decir “volver a mirar”: no quedarse con lo primero que está a la vista, sino revisar la primera mirada que tenemos sobre algo y volver a mirarlo.
Lamentablemente, durante siglos se puso énfasis en el mandato a la mujer de “obedecer” y “respetar” al hombre, sin explicar lo que esto significa, y se omitió destacar la instrucción al hombre: “amarás a tu mujer”. Con ello, se perdió mucho tiempo en la evolución humana. Pero además, se provocó una gran rebeldía hacia estas enseñanzas y hoy vemos graves consecuencias.
Ahora, ante la necesidad: virtud.
Ya podemos ser más sinceros y aclarar que “obedecer” y “respetar” –en este caso, la mujer al hombre- es escucharlo y mirarlo, con atención, hasta conocer su corazón. Sólo así, ella puede recibirlo y favorecer que la penetre en su totalidad: espiritual, emocional, intelectual y físicamente; pero también, sólo así, gracias a la mirada y escucha activas puede, ella, conocer la profundidad del varón, sus anhelos, alegrías, temores y motivaciones, de modo que con ello, la mujer se capacita para ayudarle a conocerse a sí mismo, a nutrir, cumplir y reencauzar su misión, hasta la meta.
Me gusta que, en el libro “En el cielo como en la tierra”, capítulo 13, en su diálogo con el rabino Skorka, el padre Bergoglio habla de la mujer. Ahí, Papa Francisco reconoce que “muchas mujeres llevan la liturgia de la Palabra, pero que no pueden ejercer el sacerdocio porque, en el cristianismo el sumo sacerdote es Jesús, un varón. Y la tradición fundamentada teológicamente es que lo sacerdotal pasa por el hombre. La mujer tiene otra función en el cristianismo, reflejada en la figura de María. Es la que acoge a la sociedad, la que contiene, la madre de la comunidad. La mujer tiene el don de la maternidad, de la ternura; si todas esas riquezas no se integran, una comunidad religiosa no sólo se transforma en una sociedad machista, sino también en una austera, dura y mal sacralizada.”
Lo mismo podemos decir de la relación de hombre y mujer, en el matrimonio, la familia, los espacios laborales, la empresa y la política. Si la mujer oculta, esconde, minusvalora y minimiza los dones de la maternidad y la ternura, para sustituirlos por los dones masculinos y hacerse ella viril, podemos decir que la mujer deja al hombre privado de un corazón al que él pueda penetrar, y en el que pueda sentirse asegurado, pero también, priva a toda la humanidad, niños, jóvenes y ancianos, del cariño que da sentido a la vida. Lo dijo papa Benedicto XVI: “Si soy amado es bueno que yo exista” (Dios es Amor). ¿Quién amará y proveerá de amor y ternura si no es la mujer? -Con razón tantos millones de niños abandonados en las calles y los albergues.
No sólo de pan vive el hombre
Por eso, “el hecho de que la mujer no pueda ejercer el sacerdocio no significa que sea menos que el varón. Más aún, en nuestra concepción la Virgen María es superior a los apóstoles”, dice Papa Francisco en el mismo capítulo del libro citado, y agrega: “según un monje del segundo siglo, hay tres dimensiones femeninas entre los cristianos: María, como madre del Señor, la Iglesia y el Alma”.
La Virgen María recibió a Dios en su corazón y en su vientre, parió a quien es la Palabra, y mostró al mundo el Poder de Dios, siempre y evidentemente -obviamente-, por encima del poder de los varones (pero parece que Dios quiso ser muy elocuente para educarnos en la humildad). Así que, como la mujer tiene la gran capacidad de escucha y es la primera anunciadora de la Palabra y el poder de Dios, cuando es engendrado –como Isabel que lo ve en la mirada de María-, cuando nace y se le presenta en el templo –recordemos a Ana-, y cuando resucita –como lo hizo María Magdalena al verlo fuera del sepulcro-; no hace falta que la mujer consagre la Eucaristía; la mujer es una gran escucha y por eso una gran predicadora.
“La presencia femenina en la Iglesia no se ha destacado mucho, porque la tentación del machismo no dejó lugar para visibilizar el lugar que les toca a las mujeres de la comunidad”, dice papa Francisco en el mismo libro.
Y podríamos agregar que el varón cayó en la tentación de fijar su atención en la virginidad de María, en lugar de rescatar, y destacar, conforme a la voluntad suprema, en la historia más elocuente de Dios con nosotros, precisamente el poder de Dios. ¿Por qué lo hicieron así teólogos de tanta influencia e incidencia en la tradición de la Iglesia? ¿En qué momento desviaron su atención hacia la virginidad corporal de María, en lugar de reconocer con humildad que en esta historia se nos insiste y revela con evidencias objetivas el poder de Dios que hace lo que quiere aun sin ayuda del varón? José, en cambio, con su “sí” a Dios, que se le manifiesta en sueños a través del ángel, se reconoce como siervo, y admite que Dios tiene todo el poder y la gloria, sin pretender él (José) ser el autor absoluto de su historia y la historia de su mujer y su descendencia.
José deja que Dios lleve la mayor parte en su matrimonio con María, y fue así que la amó, como todo hombre debe amar a la mujer: bajo la mirada de Dios, con sumisión a Dios, con el Amor de Dios, y aunque ahí, en ella, ya esté Dios, y por eso, pareciera o se creyera que no hace falta José.
En la siguiente pregunta, del mismo capítulo de “En el cielo como en la tierra”, Papa Francisco responde que “los católicos, cuando hablamos de la Iglesia, lo hacemos en femenino. Cristo se desposa con la Iglesia, una mujer”. Y “El lugar donde se reciben más ataques, donde más se golpea, es siempre el más importante”.
En esta parte, Papa Francisco explica que “el enemigo de la naturaleza humana -Satanás- pega donde hay más salvación, más transmisión de la vida, y la mujer –como sitio existencial- resultó la más golpeada de la historia. Ha sido objeto de uso, de lucro, de esclavitud, fue relegada a segundo plano. Pero en las Escrituras, tenemos casos de mujeres heroicas que nos transmiten lo que Dios piensa de ellas, como Ruth, Judith…”
La explicación continúa. Pero antes de seguir la lectura de lo que Papa Francisco dice en el diálogo con Skorka, por favor, subráyese que, “en las Escrituras, tenemos casos de mujeres heroicas que nos transmiten lo que Dios piensa de ellas, como Ruth, Judith…”, y hagamos un paréntesis, para retomar la respuesta que dio a los periodistas en el avión de Brasil a Roma, después de la JMJ 2013, cuando alguien le preguntó:
-Usted dijo que la Iglesia, sin la mujer, pierde fecundidad. ¿Qué medidas concretas tomará por alcanzar esto? ¿Una mujer jefe de dicasterio?
Papa Francisco respondió -entre otras cosas ya dichas en el diálogo con Skorka- con dos advertencias sumamente importantes:
1.- “…No se puede entender una Iglesia sin mujeres, pero mujeres activas en la Iglesia, con su perfil, que llevan adelante. Yo pienso, un ejemplo que no tiene nada que ver con la Iglesia, pero es un ejemplo histórico en América Latina: Paraguay. Para mí la mujer del Paraguay es la mujer más gloriosa de América latina. Quedaron después de la guerra ocho mujeres por hombre. Y estas mujeres hicieron una elección difícil: la de tener hijos para salvar la patria, la cultura, la fe y la lengua”.
2.- “En la Iglesia hay que pensar en la mujer en esta perspectiva de elecciones arriesgadas, pero como mujer, hay que explicitar. Creo que aún no hemos hecho aún una profunda teología en la Iglesia. Sólo un poco de eso, un poco de aquello, lee la lectura, mujeres monaguillo, es la presidenta de Cáritas… Pero hay más,hay que hacer una profunda Teología de la mujer. Esto es lo que pienso” Y después de insistir, con toda razón, que la mujer no va para cura, reiteró: “La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas. ¿Cómo? Esto es lo que debemos tratar de explicitar mejor. Creo que falta una explicación teológica sobre esto”.
He querido hacer este paréntesis, para poner énfasis en la noción que Papa Francisco tiene respecto de la necesidad, en la Iglesia, de resolver un tema muy importante: “hace falta una teología de la mujer” y “hacen falta mujeres heroicas, audaces, que nos sepan decir lo que Dios piensa de ellas”, porque… y aquí vuelvo a la transcripción del capítulo 13 de “En el Cielo como en la tierra”, donde más adelante de lo que ya hemos leído, Bergoglio dice:
“…el feminismo, como filosofía única, no le hace ningún favor a quienes dice representar, porque las pone en un plano de lucha reivindicativa y la mujer es mucho más que eso. La campaña de las feministas del veinte logró lo que querían y se acabó. Pero una filosofía feminista constante tampoco le da la dignidad que merece la mujer. Caricaturizando, diría que corre el riesgo de convertirse en un machismo con polleras”.
Y, en el capítulo cuarto de Laudato Sí,Papa Francisco también habla de “la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad, necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra de Dios creador, y enriquecerse recíprocamente”. Por lo tanto, dice, “no es sana una actitud que pretenda cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma”.
Dulces y sabias palabras de Papa Francisco en todo momento y lugar; dulces y exigentes palabras que, con la fuerza del Espíritu Santo, nos retan a someter la inteligencia a la Sabiduría de Dios, y la voluntad, a Su Misericordia.
Papa Francisco ha dado testimonio en homilías y catequesis de la influencia de las mujeres en su vida, también ha hablado de las mujeres abandonadas, de las mujeres abusadas, de las mujeres madres y esposas que visitan a sus hijos en las cárceles o que dan la vida por un hijo enfermo o con discapacidad; ha hablado de las mujeres que han sido orilladas a la prostitución y que se han entregado a esa pobre vida para mantener a sus hijos o a su madre y hermanos. Y cuando habla de ello, habla desde una gran compasión, lleno de la Misericordia de Dios, dando testimonio de haber honrado, en nombre de Dios, a esas mujeres, y citando los encuentros de Jesús con ellas, para que quede claro, clarísimo, quién es la mujer para Dios, y cómo es Dios mismo quien nos sana, libera, purifica y acompaña, pero, también, cómo es Dios quien manda al varón a amar a la mujer, en Su Nombre, y como Cristo ama a la Iglesia.
Veamos: en su viaje de México a Roma, el 17 de febrero del 2016, los periodistas preguntaron a Papa Francisco sobre la relación entre Juan Pablo II y la filósofa americana Anna-Teresa Tymieniecka,que tenía un gran afecto por el Papa polaco.
-“Según usted, ¿un Papa puede tener una relación tan íntima con una mujer? ¿Usted conoce o ha conocido este tipo de experiencia?”
Y la respuesta fue:
“Esto lo conocía. Conocía esta relación de amistad entre san Juan Pablo II y esta filósofa cuando estaba en Buenos Aires. Era una cosa que se sabía, también los libros de ella son conocidos. Juan Pablo II era un hombre inquieto. Después yo diré que un hombre que no sabe tener una buena relación de amistad con una mujer –no hablo de los misóginos que estos están enfermos– es un hombre que le falta alguna cosa.
“Y yo por experiencia propia cuando pido un consejo, a un colaborador o a un amigo, me gusta también escuchar el parecer de una mujer. Y te da mucha riqueza. Miran las cosas de otro modo. A mí me gusta decir que la mujer es la que construye la vida en el vientre. Esta es una observación que hago. Y tienen éste carisma de darte cosas para construir. Una amistad con una mujer, no es pecado; es amistad. Una relación amorosa con una mujer, que no sea tu mujer, es pecado. ¿Entendido?
“Y el Papa es un hombre; tiene necesidad incluso del pensamiento de las mujeres y también el Papa tiene un corazón que puede tener una amistad sana, santa con una mujer. Hay santos amigos: Francisco y Clara, Teresa y San Juan de la Cruz. No hay que asustarse.
“Pero las mujeres todavía no están bien consideradas. No hemos entendido totalmente el bien que una mujer puede hacer a la vida del cura y de la Iglesia, en un sentido de consejo de ayuda, de sana amistad”.
Como se ve, poco a poco, con todo lo que Papa Francisco dice a lo largo del Camino, se va tejiendo la tan esperada teología de la mujer en la Iglesia.
Por lo pronto, estoy segura de que, cuando un varón ama a la mujer que Dios le da, como esposa y amiga, o sólo como amiga, pero de un modo preferencial, en una categoría como en exclusiva, y la mujer abre los ojos y oídos del corazón, para obedecer y respetar al varón, a quien, desde sus entrañas ella sabe que le pertenece, como esposa y amiga, o sólo como amiga –en ese sentido preferencial y como en exclusiva-, y los dos se donan mutuamente, sin rebeldía ni prejuicio, sino con la calidad que corresponde a la relación que Dios les concede; entonces, ella y él se conocen a sí mismos de una forma tan plena, que maravillados y agradecidos por la presencia de Dios en él y en ella, los dos, en el “nosotros”, aprecian y aquilatan sus diferencias, como dones excelsos del Amor.
Sólo así, el hombre y la mujer se hacen grandiosos. En la complementariedad surge un real, completo y humilde seguimiento de Jesús, en el cumplimiento de su misión. Así que, en ese encuentro divino es justamente donde se vislumbra, en miles de momentos, la consumación del Plan de Dios.
Esto es así, porque la relación de Amor entre hombre y mujer, a nivel espiritual, afectivo, emocional, intelectual y social, nos coloca, a ambos, en el mismo estadío de humildad, en el que María y José se situaron ante Dios. Sólo el “sí”, a todo lo que Él nos regala; en este caso: la unidad en la diferencia, y el Amor visceral entre hombre y mujer, nos lleva a conocer el Amor Misericordioso de Dios a la humanidad: “…la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón” (Misericordiae Vultus n. 6)
Cabe destacar que el hombre y la mujer, al amarse mutuamente, se paren nuevamente, ya no como personas, sino como hombre y mujer, con sus diferencias, y en su relación de Amor, mil y un partos viven él y ella en cada encuentro y desencuentro, en cada momento de discutir, hablar, discernir, re-enamorarse uno del otro, tomar decisiones, educar a los niños y jóvenes, cuidar a los ancianos, trabajar por su comunidad… Mil y un veces se paren uno al otro, y se esculpen como una magnífica obra de arte. Él y ella son lienzo y pincel, regalo y regocijo de Dios que se asegura de hacerles llegar a él y ella Su Amor total, a través de él y ella, uno y otro, unidos, de Dios y para Dios.
Cuando Dios se hace presente con todo su poder en la vida de un hombre y una mujer, la mujer, con audacia y heroísmo, se deja penetrar en su totalidad por el hombre al que escucha y mira con atención para, por amor, corresponder a su amor, y ser ella para él, la ayuda idónea, como reflejo de la ternura de Dios que pacifica y embellece la creación.
De esta relación, hombre y mujer, surge la fecundidad social, cultural, artística, religiosa y política; para bien de la humanidad.
Pero “Creo que aún no hemos hecho aún una profunda teología en la Iglesia”, dice Papa Francisco. Y yo pienso que, en la medida que haya mujeres heroicas, y un Papa, amigo de san José y dócil a Dios, iremos avanzando.
Por cierto, se han preguntado ¿cómo es que, llevando María a Dios en su vientre, y previendo, el mismo Dios, que ese hijo estaría con ella 30 años, antes de salir al mundo a cumplir su misión evangélica, resulta que aun así, junto con Dios, ella necesitó ser amada por un varón, y ser la esposa de un santo varón, el bendito, humilde, y valiente José?
La respuesta está en Dios: Dios nos manda a vivir la relación de Trinitaria más perfecta y de signos visibles, en el matrimonio. Pero, como dice Jesús:”No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido” (Mt 19, 3-11) y “el que tenga oídos para oír, que oiga”, como también dijo varias veces.
Amén.