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DE LA PROFESIONALITIS A LA FRIVOLIDAD DE LA VIDA 2>

Anunciación.- Sabemos que el trabajo es fuente de realización personal y desarrollo de nuestras capacidades y talentos. Contribuye al propio sustento, al de la familia y al bien de la sociedad. Ha sido la base del progreso de nuestra civilización. 

Pero existen -sobre todo en nuestra época- personalidades que se dedican a su labor cotidiana, en forma tan desmedida, que descuidan la atención oportuna y adecuada de sus demás responsabilidades también muy importantes.

Por ello algunos psicólogos no dudan en llamar a esta desfasada actitud de enfocar el trabajo: workaholic o profesionalitis, como cuando se inflama patológicamente algún órgano del cuerpo y se le denomina: hepatitis, gastritis, flebitis o dermatitis.

Podríamos definir esta conducta en que las 24 horas del día, sus vidas giran en torno al trabajo, sin importar si  duermen pocas horas, si comen mal y a deshoras. Tienen una adicción enfermiza por su actividad, como una compulsión incontrolable.

Sin dejar de considerar que procurar medios económicos para la familia y la sociedad es una tarea muy noble y necesaria; que con esos recursos se puede hacer mucho bien en el entorno laboral o social, generando fuentes de trabajo, preocupándose de las necesidades de los empleados o de los que carecen de casi todo, etc.

Me refiero en concreto a esos casos de los que padecen la profesionalitis, en los que late en su interior un  desmedido afán por amasar una considerable fortuna o escalar importantes puestos laborales en el menor tiempo posible y con la errónea postura de que “el fin justifica los medios” sean éticos o no. En cualquiera de los dos casos es un culto al egoísmo.

En no pocas ocasiones nos encontramos con personas que dan la impresión de que pasan por la vida como por un largo túnel: están sumamente entretenidas en su quehacer cotidiano  y olvidan de mirar a su alrededor. Hasta que un día, inesperadamente, se truncan sus vidas…

No conocen a fondo a los miembros de su familia ni  las necesidades de sus semejantes. No se enteran de las carencias sociales de su país ni del mundo y mucho menos se interesan por resolverlas.

Del mismo modo, padecen de incapacidad para valorar las cosas buenas que la vida nos brinda, como es el cultivar las amistades, asistir a reuniones sociales, escuchar un rato de música agradable, tener lecturas interesantes y formativas que cultiven el intelecto, frecuentar el contacto con la naturaleza…

Parecería que ponen a su trabajo como un fin absoluto y se pierden toda la maravilla de experiencias que pueden tener en su entorno vital, en su mundo circundante. ¡A muchos se les escapa de sus manos la vida, sin aprender a vivirla!

Pero también existen  algunos otros que, comportándose de modo radicalmente opuesto, tienen un desmedido afán por la diversión o lo lúdico y nunca llegan a captar el sentido profundo de su existencia. No se plantean interrogantes fundamentales, como por ejemplo: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿hacia dónde voy? ¿qué sentido tiene que realice mi trabajo con un enfoque profesional, bien acabado? ¿qué deberes tengo para con mi cónyuge, para con mis hijos, para con la sociedad o con mi Patria?

Algunos de éstos piensan que todo en la vida es una broma, un serial de chistes, el adquirir desmedidamente bienes materiales muchas veces superfluos o un conjunto de conductas frívolas acompañadas de carcajadas huecas…

No es así la realidad. Hay aspectos serios de nuestra existencia que hay que atenderlos a conciencia, con el esfuerzo diario y la responsabilidad personal, sin dejar de tener alegría y buen humor. Como decía acertadamente San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces”.

La sabiduría de la vida consiste en cumplir lo mejor posible con nuestros deberes de estado: familiares, profesionales o sociales, y a la vez, no perder nunca de vista el para qué de todo lo que hacemos ni el verdadero fin de las cosas que poseemos ni el de nuestra propia existencia.

Raúl Espinoza Aguilera

Será beatificado el Papa de la sonrisa 2>

Juan Pablo I fue declarado “venerable”, paso previo para su beatificación. Su sencillez y humildad, conquistaron a los fieles en los 33 días que duró su pontificado. ¿Por qué es importante este reconocimiento de la Iglesia? 

1. La figura de Albino Luciani. Nació el 17 de octubre de 1912 en Forno di Canale (hoy Canale d’Agordo), Italia, y falleció de un fallo cardiaco el 28 de septiembre de 1978 en el Palacio Apostólico del Vaticano. Fue arzobispo del Patriarcado de Venecia entre 1969 y 1978. El 26 de agosto de 1978, fue elegido por el Cónclave como sucesor de San Pedro.
Fue el primero en utilizar dos nombres al escoger como se llamaría como Pontífice. Los tomó en honor de los dos Papas que llevaron a cabo el Concilio Vaticano II: Juan XXIII y Pablo Vi. Hasta ahora, Juan Pablo I ha sido el último Papa Italiano.
El pasado jueves 9 de noviembre, el papa Francisco firmó el decreto que reconoce que Albino Luciani vivió en grado heroico las virtudes cristianas, y que por eso puede ser llamado “venerable”. El siguiente paso hacia su beatificación consiste en acreditar un milagro atribuido a su intercesión.

2. Despejadas las dudas sobre su muerte repentina. Como Juan Pablo I murió al mes de haber sido elegido, se suscitaron muchos rumores sobre si habría sido asesinado. Por eso, este halo de dudas tuvo que ser estudiado a fondo durante su proceso de beatificación.
La periodista italiana, Stefania Falasca, que fue nombrada vice-postuladora de la causa de canonización, realizó una investigación histórica en la que interrogó a testigos inéditos y tuvo acceso a archivos secretos de la Santa Sede y a registros clínicos.
El resultado de la investigación, recientemente publicado en el libro “Papa Luciani. Crónica de una muerte” (Piemme, 2017), Falasca explica que la misma noche del fallecimiento, el Pontífice sufrió un fuerte dolor en el pecho, pero él mismo lo desestimó y le dijo a su secretario, el Padre Magee, que no hacía falta avisar a su médico. (A. Tornielli, 4 nov. 2017)

3. Fama de santidad. Una persona santa es aquella que, ayudada por Dios, consigue que en su modo de vivir se refleje la vida misma de Jesucristo. El Papa Luciani cultivó en su existencia la humildad de Jesús quien, siendo Dios eterno y todopoderoso quiso tomar nuestra frágil naturaleza mortal (Fil 2,1ss).
La profunda huella dejada por Pablo VI, el Papa que culminó el Concilio Vaticano II y empezó a implementarlo, dejaba un alto listón para su sucesor. Pero la humanidad y la simpatía del Papa veneciano se ganaron inmediatamente el corazón de todos.
De sus breves 33 días de Pontificado, alguno comentó que fueron un día por cada año de la vida de Cristo. En ese lapso, Juan Pablo I sólo ofreció cuatro audiencias generales, en la que dio unas catequesis llenas de sencillez, que reflejaron su talante nada pretensioso de lucimiento personal.

4. El atractivo de la humildad. “Humilitas” era su lema obispal, significaba “no humildad, sino compromiso para ser humildes”. Y ese compromiso de ser una persona sencilla, la demostró en esas cuatro audiencias, dialogando con los niños, a los que invitaba para explicarles la doctrina a los fieles adultos. (A. Tornielli, 28 ago. 2012)
En la Audiencia general del 6 de septiembre de 1978, explicaba así la humildad: “¡El Señor ha recomendado tanto ser humildes! Aun si ustedes han hecho cosas grandes, digan: siervos inútiles somos. En cambio, la tendencia de todos nosotros es más bien lo contrario: ponernos en primera fila. Humildes, humildes: es la virtud cristiana que a todos toca”.

Epílogo. La serena personalidad de Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, nos recuerda que lo principal en la vida de un creyente es volver al fundamento, que es parecernos a Cristo. Y, por lo tanto, a no valorarnos por lo que tenemos o conseguimos, sino por lo que en realidad somos.
También la humilde figura de Juan Pablo I nos hace ver que han quedado muy lejos los días de los Papas ostentosos, que mucho ha sido explotada en recientes producciones de series y películas. En realidad, los Papas de nuestra época han sido hombres austeros, realmente comprometidos en guiar a la Iglesia hacia Cristo y hacia el servicio de los demás.

@FeyRazon    lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com

Las grandes oportunidades para ayudar a los demás se viven a través de las OSC 2>

Anunciación.- Michoacán sexto lugar nacional en población con discapacidad, asegura Volaremos Juntos Yaritzi AC

El Porvenir del Estudiante AC hace un llamado en Chihuahua para que la niñez tenga acceso a la educación y a la rehabilitación para las personas con discapacidad.

En Hidalgo sugieren a través de la Fundación Centro Universitario Continental AC cambiar tablets y celulares por instrumentos musicales.

Pensión Vitalicia 2>

Anunciación.- Saliste de la peluquería todavía molesto, irritado del cuello con los inacabables trozos de pelo que siempre se clavan milimétricamente en la piel. Blasfemaste, y maldijiste a la madre que parió al peluquero –como siempre, una vez fuera de la peluquería pues de sobra sabes que uno no se mete ni con la cocinera ni con el peluquero-. 

No es tampoco que tuvieras una cabellera tupida a estas alturas, pero parecía que ese cabello residual, daba más molestias en tanto se volvía más escaso.

Recordaste por un momento aquéllos tiempos, ya muy lejanos, en los que salir de la peluquería, curiosamente, te daba una sensación de frescura, te devolvía algo de la energía perdida en el trajín de todos los días. Aquellos tiempos previos a la jubilación en los que en el trayecto de regreso de la peluquería, no dejabas aparador vivo para contemplar tu reflejo, tu estampa, tu figura.

Al peluquero de ahora ya ni lo conocías, no era como antes, cuando don Pancho ofició en esa silla de afeitar por más de treinta años. Cuando, durante el trance de la afeitada y del corte a cepillo, sostenías sesudas disquisiciones de la política nacional, de la tabla de posiciones en la liga de fútbol, de la vida íntima de las tiples famosas de tu tierra Veracruz. No obstante, preferías hacer el trayecto hasta el centro para poner tu cuello en manos de un peluquero de verdad, antes que caer en las garras de un estilista post moderno, de los que ahora, por lo visto, tomaban el control del futuro del oficio del barbero.

Hiciste el recorrido de rigor caminando por Bravo, doblando a la izquierda por Constitución, con el rumbo fijo de El Palacio, el bar de toda la vida. Mientras cruzabas la plaza que divide simbólicamente lo seglar de lo secular en el centro del Puerto, anticipabas ya el refresco de la sombra. Casi no podías esperar ya para poner en tus labios el vaso frío del mint jullep, y abandonarte a uno de los escasos placeres que aún podías poseer, disfrutar.

Te apoltronaste en una silla de las mesas interiores y mientras esperabas que el camarero cumpliera con su misión de traer tu bebida de siempre, pensaste en la sobremesa de la tarde anterior en tu casa, y sentiste un espasmo de dolor en la región abdominal, te maldijiste una vez más por haber convertido una tertulia familiar en una sesión de gritos y resentimientos, en una discusión acalorada en la que tu acosabas, por simple necedad.

No entendías por qué, pero a pesar de tener siempre otras intenciones, terminaban todas tus conversaciones en inacabables lecciones a los demás, en panegíricos que solamente entrelazaban tus historias antiguas, las de siempre, que, reducidas a un puñado de anécdotas heroicas sin fundamento y carentes de testigos oculares, reiterabas a diestra y siniestra para la exasperación de los demás. Ahora resulta que lo sabes todo, que te has convertido en dueño de la verdad absoluta, que tus fuentes son imbatibles y que con rabia descalificas a todos los demás. Debe ser a causa del ocio. Ahora resulta que no hay hazaña que supere tus logros de las épocas de oro de tu vida, cuando tenías empleo y actividad.

En el fondo, tú quisieras que fuera de otra manera, sobre todo a la hora de relacionarte con unos hijos que, por lo visto, imperceptiblemente para ti, habían dejado de ser niños y ahora oficiaban de adultos independientes, sabiendo más, pero mucho más que tú y que en vez de necesitar de ti, ahora querían ver por ti.

Pero tu voluntad siempre era secuestrada por ese resentimiento, por esa envidia mezquina que te carcomía las entrañas, por ese inexplicable coraje de ser, ya sin remedio, un jubilado de ochenta y un años cuyas glorias actuales se reducían a terminar el día sin dolores emergentes, sin padecimientos inéditos. Por eso arrebatabas la palabra, por eso pretendías acallar los vibrantes sucesos actuales de los demás, con esa supuesta seguridad de que todo, pero todo, ya lo habías vivido, experimentado, y de mejor manera, con antelación.

Algo había en el aire que ni tú mismo podías explicar. Esa ira de ya no ser nada, ni nadie; ese enojo permanente de no tener otra función que ser un viejo supuestamente bonachón que espera, sin más, la culminación de su destino. Ese vacío feroz que provoca la certeza de que todo acabó, a pesar de que todo siga existiendo, porque las ideas, las piernas y las manos siguen respondiendo como siempre, a pesar de que ya no parece haber nadie que las eche de menos, que las valore, que las necesite.

Apuraste ya la segunda copa de ron con preparado de hierbabuena -¡qué buen brebaje!, exclamaste en voz baja-. Pensaste en Cecilia y la falta que ahora te hacía tener una compañera, aun cuando fuera para discutir todo el día: en el fondo, después de la jubilación, a pesar de que parecía que nunca había puntos de encuentro, era ella quien representaba, precisamente, la confirmación de que alguien, todavía, necesitaba de ti.

Ojalá y te hubieses muerto antes que ella –dijiste apretando los dientes-, ojalá y te hubieses muerto unos días después de la jubilación, precisamente cuando notaste que el vino comenzaba a saber amargo, que terminaban los días arrojando, como resultado más relevante, el número de veces que habías orinado; precisamente cuando haciendo un análisis de tus circunstancias, te diste cuenta de que lo único tangible que tenías después de haber enterrado a Cecilia, era tu pensión vitalicia de mierda.

Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

BIFAM IAP, 20 años alimentando el espíritu 2>

Anunciación.-  Desde 1997 Bienestar e Integración Familiar (BIFAM) IAP es un comedor comunal que ofrece alimento balanceado y nutritivo a niños de escasos recursos, estudiantes de primaria y secundaria. 

El objetivo es brindar apoyo integral a niños y familias en situación de desventaja y alto riesgo social, a través de mejorar su alimentación, salud y desarrollo humano. El comedor surgió hace 20 años y actualmente ofrece más de 100 comidas al día, repartido en tres turnos.

Al paso de los años, BIFAM IAP y al detectar las necesidades de la colonia La Cruz al sur de la Ciudad de México, decidieron abrir un centro de ayuda familiar para dar formación a los padres de familia, con el propósito de inculcar valores para elevar su calidad humana.Es requisito que por cada niño que asiste los familiares tienen la obligación de ir a la escuela para padres.

De acuerdo con Susana del Paso, directora de BIFAM IAP esmuy importante que se sigan formando a los padres de familia, pues hay muchas heridas emocionales. Ha sido una labor muy difícil sacar todas sus tristezas, pero nos queda claro que si queremos niños felices, necesitamos niños felices.

Además se brindan asesorías de salud; nutrición; orientación familiar y cursos de desarrollo humano; formación humana y espiritual; club de tareas; manualidades y fútbol, así como  talleres de sexualidad, adicciones y autoestima.

La directora, informó que la organización abrió sus puertas gracias a un grupo de matrimonios comprometidos con la sociedad, apoyados de forma continua por Nacional Monte de Piedad IAP y la Junta de Asistencia Privada del Distrito Federal e instituciones afines así como personas que confían en nuestro proyecto.

Asimismo indicó que tienen presencia en los estados de Aguascalientes y Querétaro en donde se apoya a más de 500 familias mexicanas.

Bienestar e Integración Familiar IAP (Bifam). Nogal 31, colonia La Cruz. Número telefónico: 5652-5366