AMISTAD Y LEALTAD

14 marzo, 2023

El amor es el acto por el cual la voluntad se identifica y se reúne con la alegría y bienestar del otro. La amistad auténtica es la que sabe compartir esta alegría. Es amigo aquel que comparte los gozos y las penas. El amigo es el otro: la felicidad y el dolor ajeno, pero hechos propios. Para ser dichoso, el hombre necesita de los otros.

 

Todas las formas de amor genuino son participación del amor de Dios (cfr Apc 3, 19-20). Por ello, amar al amigo es desearle que viva en el bien y en la verdad. Dios es el mejor amigo.

 

Debemos amar a las personas como son, incluso sus defectos: si los queremos de verdad, desearemos que el amigo supere los defectos. Es sintomático -de la verdadera amistad-, manifestarle esos defectos en una conversación sincera e íntima.

 

Es preciso que el amigo se decida a luchar –convenciéndose él mismo- de la necesidad de esa lucha. Esto requiere paciencia y comprensión, siendo exigentes, enfrentando al amigo con la realidad. La solución nunca está en la violencia.

 

El consejo facilita la libertad: aporta nuevos elementos de juicio, que enriquecen las posibilidades de elección. Es el momento de comprender al amigo y estar a su lado, para ayudarle a superar el obstáculo, sacando el bien posible de los defectos, transformándolos en virtudes.

 

El amor abarca a la persona entera. Aunque en la amistad no se da una verdadera intimidad (esta la tendremos solo con Dios), es en el amigo con quien se habla sinceramente y se piensa en voz alta. No obstante, la amistad debe salvarse, aunque no se compartan las creencias: pero esta no puede ignorarse. En cierto modo, el que prescinde de un auténtico amigo, es como el que prescinde de su vida.

 

Ante todo, debemos guardarnos de las sospechas, porque estas son el veneno de la amistad. El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber cómo eres te quiere feliz. Amistades que son ciertas, nadie las puede cambiar.

Si las ideas son opuestas, al menos el afecto debe unir la amistad, porque es mejor esta que nada.

 

La verdad existe, es inmutable y hay que descubrirla: son los dogmas. Lo opinable, son verdades parciales. Los hechos admiten interpretaciones. No puede cederse en los dogmas. Lo que se pide es ser consecuente con lo propio y estar dispuesto a dejarlo si alguien le convence de lo contrario. Ayudar al amigo. Para ello es necesaria una actitud de olvido de sí mismo. El amor debe prevalecer y centrarse en la persona: “qué maravilla que existas”.

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