Tere García Ruiz
Anunciación.- Dos veces fue interrumpido Papa Francisco durante su homilía en la misa de Morelia con sacerdotes, religiosos, seminaristas y consagrados.
La primera, cuando recordó a quien amó tanto este lugar que se hizo hijo de esta tierra. A alguien que supo decir de sí mismo “me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande empresa; a mí que no sabía manejar el remo, me eligieron primer Obispo de Michoacán” (Vasco Vázquez de Quiroga, Carta Pastoral, 1554) Y por eso, agregó Papa Francisco, agradezco que el cardenal Alberto Suárez Inda, me haya dado para celebrar esta misa el Báculo y el cáliz de Tata Vasco.
El segundo momento de aplausos fue al término del reconocimiento que Papa Francisco hizo a Tata Vasco, el español que se hizo indio, dijo Papa Francisco, y “la realidad que vivían los indios purépechas, descritos por él como vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo la arrebañaduras tiradas por los suelos, lejos de llevarlos a la tentación y a la acedia de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de respiro ante esta realidad paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Eso le ganó el nombre entre los indios del “Tata Vasco”, que en lengua purépecha significa Papá”.
“Ay de nosotros si no compartimos la experiencia de la Misericordia de Dios. No somos ni queremos ser funcionarios de lo divino, no somos ni queremos ser nunca empleados de Dios, porque somos invitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: Padre Nuestro”. Así habló Papa Francisco, en el Estadio Venustiano Carranza de Morelia, Michoacán, a los sacerdotes, religiosos, religiosas y consagrados.
Durante la misa de la mañana de este cuarto día de su visita, Papa Francisco en su homilía dijo: “dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas”, y con esto, que parece una paráfrasis agustiniana, cuando el santo de Hipona dice: ora bien, quien vive bien y vive bien quien ora bien; Papa Francisco, en la santa Misa a sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas, explicó que “nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida; porque nuestra vida habla en la oración y la oración habla en nuestra vida”, y siguiendo en este orden de ideas, aseguró que a rezar se aprende como aprendemos a caminar, a hablar y a escuchar: en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración”.
Evocó a las madres y abuelas, maestras de oración, y recordó el consejo a seminaristas: “orar como te enseñaron en tu casa. A rezar se aprende como en la vida”, dijo Papa Francisco.
Recordó que Jesús enseñó a los suyos qué significa ser Hijo de Dios, y lo hizo comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando. Así, los invitó a compartir su vida, entrar en intimidad con él y estando con él, tocar en su carne la vida del Padre; los hace experimentar en su mirada y en su andar, la fuerza y la novedad de decir “Padre Nuestro”.
Inspirado en el Evangelio del día (Mateo 6,7-15), Papa Francisco advirtió a los sacerdotes, religiosos y consagrados que Jesús no tiene el gustillo de la rutina o de la repetición, sino que su oración tiene sabor a vida, a experiencia a autenticidad: él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: Padre nuestro.
“Y nos ha invitado a nosotros lo mismo. Nuestra primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. “Qué No todo ha comenzado con nosotros ni todo ha terminado con nosotros.
La homilía terminó llamando a Dios Padre, Papá, Abba Tata, “No nos dejes caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la pérdida de memoria, no nos dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron con su vida a decir Padre Nuestro.