REINVENTARSE A SÍ MISMO

17 enero, 2022

Autor: Raúl Espinoza Aguilera

Reconozco que la primera vez que escuché esta expresión no entendí ni poco ni mucho, sino ¡absolutamente nada! En mi interior, llegué a la conclusión: “Ya no saben ni qué inventar”.

Con el paso de los años y leyendo a diversos autores, he llegado a la conclusión que no es una frase estrafalaria ni superficial, sino que parte de la riqueza interior que toda persona posee.

 

Por ejemplo, en personas que les resulta mediocre o monótona su vida al llegar a los sesenta o setenta años, cuántas veces no ha constituido un gran descubrimiento que tienen aptitudes para la pintura, la música, el arte o la creación literaria.

 

Me viene a la memoria el recuerdo de un brillante profesionista dedicado a la comercialización que fue jubilado y se encontraba un frustrado porque consideraba –y con razón- que a sus 65 años todavía podía dar mucho de sí. Comenzó a incursionar en la poesía, en la redacción de cuentos y novelas. Un día vino a mi casa y me trajo nada menos que cinco libros de su reciente producción literaria y me dejó realmente asombrado porque resultó ser un buen literato. Y todavía me dijo: “Tengo en borrador muchos otros cuentos, poemas y novelas”. Es decir, ya había tomado su hilo conductor y realmente se encontraba muy contento y satisfecho consigo mismo.

 

De igual forma, otro maestro de una reconocida universidad consideraba que “algo le faltaba en su vida” y se dedicó a tomar clases de pintura. Para sorpresa de su familia y la mía, en poco tiempo entró a una exposición de pintura y logró vender algunos cuadros y recibió elogios de su arte pictórico en la Escuela Impresionista. Este suceso le aumentó su autoestima y continuó pintando con mayor constancia e interés.

 

También he conocido a Ingenieros que a su edad madura han incursionado con acierto en las Humanidades, realizando Maestrías y Doctorados en Filosofía, Historia, Pedagogía y han terminado dedicándose a esas especialidades, sin dejar su original profesión de Ingenieros.

 

Tengo a un viejo amigo Pedagogo que con los años descubrió que tenía un enorme interés por la Historia de México, en un principio era un mero hobby, y ahora resulta que es un experto en esta materia, escribe y da clases sobre esta materia.

 

A todos ellos los veo felices, contentos, realizados con sus nuevas actividades. Y me comentan: “¡Cuándo era joven nunca pensé que tendría vocación por las carreras humanísticas, por el arte o la pintura!”

 

De la misma manera, recuerdo a un Filósofo –inteligente y destacado estudiante- que hizo un Posgrado en Alta Dirección de Empresas, y en los primeros meses me contaba que recibió bullying concretado en crueles burlas de sus compañeros de clase que le decían: “¡No entendemos porqué tomas esta Maestría, si no sabes casi nada de Economía, Finanzas, y menos de Dirección de Empresas. Vas a reprobar y, en poco tiempo, tendrás que dedicarte a dar clasecitas de Filosofía!”. Pero este joven no se desanimó ante esos comentarios hirientes.

 

Todo lo contrario, en primer lugar, tomó unos cursos de capacitación en esas materias de las que carecía de formación y, a continuación, se esmeró en estudiar con admirable constancia durante esos dos años que duraba la Maestría y, al final, logró una hazaña increíble: ser el mejor estudiante de su generación. Hasta tal punto que, el Director de esta Maestría le pidió ser el orador principal en la ceremonia de graduación ante el asombro de sus compañeros. Actualmente se dedica a la Dirección de Empresas y cambió completamente su giro profesional. La Filosofía le ha servido mucho para presentar una concepción trascendente y humanista de la actividad empresarial.

En pocas palabras, en todos estos casos tuvieron la valentía de “atreverse a romper la inercia trazada”, en no caer en el conformismo ni en la mediocridad. A buscar nuevas formas de autorrealización que ya estaban sembradas dentro de sí mismos.

 

Desde luego, la satisfacción de ellos es enorme y animaron a sus familiares y amistades a realizar algo similar. Es cuestión de buscar en el fondo de nuestra rica personalidad otras facetas e inquietudes no descubiertas y lanzarnos a probar “sin miedo al fracaso o a cometer los lógicos errores iniciales”.

 

Como aquél amigo, de edad avanzada, que deseaba con ilusión escribir artículos editoriales para la prensa, pero le tenía un considerable miedo al fracaso. Es verdad que en un principio sufrió el rechazo de un periódico.

 

Le animé, recordándole aquel viejo proverbio que dice: “Donde una puerta se cierra, otra se abre”. Le recomendé a otro periódico –de mucho mayor cobertura y difusión- y ahora resulta que es el escritor estrella y son muy valorados sus artículos ya que tocan muchos temas de superación personal.

 

Es interesante observar cómo cuando los miedos e inseguridades se vencen, si se toma ese sabio consejo que suelen afirmar los psicólogos: “¡Enfrenta tus miedos con valentía y audacia, al principio, probablemente tropezarás, pero te levantarás y te corregirás! ¡No pierdas en ningún momento el buen ánimo ni el optimismo!

 

Finalmente, dominarás esas dudas y temores para adquirir mucha más seguridad en ti mismo, aumentará tu autoestima y, al final, lograrás ser feliz! ¡Así que mucho ánimo!”.

 

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