¿CÓMO SE HA VIVIDO EN CONFINAMIENTO POR LOS MATRIMONIOS?

5 febrero, 2021
María Teresa Magallanes 

No cabe duda que hemos enfrentado una situación desconocida para esta generación, y las consecuencias para la relación entre quienes un día decidieron compartir la vida no se han hecho esperar.

Lo cierto es que cada pareja de esposos lo ha vivido de forma distinta. Los hay, que han visto fortalecida su relación al tener que compartir esta situación, de la que no somos culpables, de buena forma e incluso han visto crecer la unidad y la solidaridad entre ellos y con sus hijos. Hay otras parejas que lo han vivido de otra manera y han experimentado un empeoramiento de su relación, al grado de que se han dado numerosos casos de divorcio a lo largo del año 2020.

Para analizar las causas de este resultado tan diferente, yo diría opuesto, conviene recordar cuál es la base de la vida matrimonial entre la mujer y el hombre, porque me parece que la diferente forma de enfrentar esta crisis está muy relacionada con qué tanto decidimos casarnos con pleno conocimiento de a qué nos comprometíamos y qué ten conscientes hemos sido, no solo al principio, sino a lo largo de la vida matrimonial de ese compromiso. Al final, todo tiene que ver con lo que entendemos por “amor” y compromiso.

Muy ilusionados fuimos un día a decir que “si”. Estábamos muy enamorados y nos parecía muy fácil cumplir el compromiso que adquirimos por nuestra libre voluntad. ¡Qué fácil es prometer! 

La situación que hemos estado viviendo pone a prueba de qué categoría es el amor entre las personas y qué tan comprometidos estamos para cumplir aquello que libremente decidimos.

Habrá que regresar a considerar de cerca qué es el amor, y en que se nota que amamos verdaderamente. No cuesta mucho compartir la buena fortuna, los éxitos, las alegrías, eso podemos hacerlo aún sin amor; pero compartir los momentos difíciles, las pruebas que la vida nos presenta día a día, eso sí que requiere un amor grande, fuerte y maduro.

Me atrevo a decir que las parejas de esposos que han visto empeorar su relación, es porque de hecho ya venía deteriorándose, poco a poco, a lo largo de los años. Esto no es nada raro. En verdad son pocos los matrimonios que cuidan de fortalecer su amor en la vida matrimonial día con día. 

El amor entre hombre y mujer, surgió un día sin que uno y otra se lo propusieran. Todo empezó por una mirada, una sonrisa, unas palabras. Sin querer experimentaron una admiración por la persona del otro. Este fue el primer movimiento de su afectividad. Podríamos expresarlo con un ¡Qué bueno que existas, y que seas como eres! Casi siempre esta aprobación mutua no proviene de una elección ni de una decisión. Proviene de un movimiento involuntario de la afectividad. Casi podemos afirmar que nosotros no somos sujetos activos de ello, porque nos sucedes in nuestro consentimiento. Se puede afirmar que ese es el momento en que se inicia un proceso amoroso.

A esto ha de seguir el progresivo conocimiento entre ambos que tendrá como medio indispensable la comunicación. El segundo paso en este proceso es un sentimiento que surge a partir del conocimiento, ya que solo podemos amar lo que conocemos, pero el sentimiento es también una reacción automática de nuestra afectividad ante las maravillas que vemos en el otro. Llegamos a ver al otro como un bien maravilloso para mí mismo, por eso decimos “te quiero”, porque considero que tenerte me hará muy feliz.

Este tipo de amor no es aún suficiente para establecer un compromiso de por vida. Para ello, es necesario haber madurado suficientemente ese amor y haber llegado a una etapa en la que no sólo se ve al otro como un bien para sí, sino que la persona que ama quiere ser un bien para el otro. Sólo entonces, si ambos se aman con este grado de madurez, es cuando conviene que establezcan entre ellos el compromiso de amarse por el resto de sus vidas, con una comunidad de amor que por decisión libre de ambos se convierte en una deuda que cada uno contrae con el otro.

Volvamos ahora a los matrimonios que han visto debilitar su relación: están cansados de una situación tan atípica, la pandemia y el confinamiento. Está bien que se casaron para estar juntos, pero no 24/7. Además, tienen que alternar el trabajo a distancia de ambos con las labores del hogar, las clases de por internet de los hijos, con la necesaria vigilancia para que tomen las clases y hagan las tareas. Parece que la convivencia sin recesos se torna mucho más difícil. La falta de contacto con otros ambientes, otras personas, el trabajo de cada uno en el ámbito apropiado, les enriquecía para tener mucho más que aportar uno al otro.

Con el confinamiento, los esposos están juntos a toda hora, resolviendo los problemas del trabajo y la vida familiar en el mismo horario. No cabe duda que la oportunidad de extrañarse también es un elemento importante en el crecimiento del amor; sin embargo, el problema de fondo consiste en que dejaron languidecer, marchitar su amor, no alimentaron el proceso para que fuera siempre al alza. Creyeron que ya se querían lo suficiente para enfrentar lo que trajera la vida sin hacer esfuerzos cotidianos. Tal vez olvidaron que el amor surge espontáneamente como las plantas de silvestres, pero para que no sea “flor de un día” necesita cultivarse cuidadosamente con actos voluntarios de amor, aquellos que surgen no de la afectividad sino de la voluntad, del querer ser un bien para el otro. “En lo próspero y en lo adverso en …” Es para lo adverso para lo que se requiere un amor adulto, un amor de voluntad que sí nace de la decisión libre de la persona, con el afán de hacer el bien, de hacer feliz a la persona amada.

Es recomendable que hablen entre ellos, que traten de identificar por qué les está costando tanto trabajo la presente situación. Que compartan lo que piensan y lo que sienten y hagan un esfuerzo de comprender al otro, antes de buscar ser comprendidos; que analicen que necesita cada uno del otro y se dispongan a otorgárselo mutuamente en virtud de un amor que les llevó a dar el ¡SI ¡

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