La Tarea profunda de educar (3 de 3)

1 julio, 2025

Nadie duda que muchas personas desean y viven llenas de optimismo y alegría, tratando de cambiar -con el ejemplo de sus vidas- la penumbra negativa, por   valores positivos, que lleven al país al sano éxito en todos sus aspectos. Recordemos que lo primero en la educación es predicar con el ejemplo.

Sabemos que las autoridades respectivas están poniendo los medios en mejorar la instrucción científica y tecnológica de los estudiantes; de lo que se duda es que sea adecuada y positiva la orientación que están recibiendo muchos jóvenes. cuando se les educa en unos pseudovalores egoístas, que no llevan a la alegría ni a darse a los demás.

Estos pseudovalores tienen su raíz en el erotismo como centro de la existencia, y el egocentrismo de pensar constantemente en uno mismo, olvidándose de los demás y en la reducción del destino del hombre al falso paraíso del más acá, es decir, a la explotación del hombre por el hombre.

Si en las escuelas y universidades se inculcan los valores de siempre, en cierto modo tendremos una garantía de que el futuro moral del país será bueno y floreciente. Por eso es necesario educar bien a la juventud, enseñándoles las virtudes o modos de hacer el bien. La enseñanza de Dios debe estar siempre presente.

Si se trastoca -como actualmente sucede- el orden de los valores, prefiriendo lo efímero a lo magnánimo; lo fugaz a lo permanente; lo que carece de contenido y de peso específico a lo que llena y orienta la vida del hombre, entonces el porvenir del país estará en lo inseguro y falaz, tanto en el sentido religioso y moral, como en el familiar, social y político.

Felicidad es estar de acuerdo con lo positivo, con lo que nos llena de virtudes, con lo que nos permite el trato amigable con Dios, con lo que nos hace que nos olvidemos de nosotros mismos y hagamos dichosos a los demás, especialmente a la familia y a los verdaderos amigos.