Elizabeth Cruz M. y Salvador Estrada.
Anunciación.- Esta mañana El Papa Francisco ofreció su homilía desde Ecatepec, Estado de México, en ella, invitó al pueblo a “dar prioridad a todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad, donde no haya la necesidad de emigrar para soñar, donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar, donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos, el oportunismo de pocos. Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de muerte”.
Dijo que como cristianos debemos mostrar solidaridad para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la oportunidad de un trabajo honorable, aseguró que no podemos quedar insensibles mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones.
El Papa Francisco aseguró que la Iglesia nos regala el tiempo de la cuaresma para sanar nuestros corazones de todo lo que nos degrada. Dijo que todos sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder, por eso, debemos optar por la conversión.
Indicó que la cuaresma, también es el tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos ante tantas injusticias que atentan contra el sueño y proyecto de Dios. También es un buen momento para recuperar la alegría y esperanza que hace sentirnos hijos amados por el Padre, que nos espera para sacarnos de la vestimenta del cansancio, la apatía y la desconfianza, para vestirnos con dignidad. Pidió estar en alerta para no caer en las tres tentaciones que Cristo sufrió: la riqueza, la vanidad y la que calificó como peor, el orgullo.
Por último, agregó que hemos optado por Jesús y no por el demonio “Con el demonio no se puede dialogar por que nos va a ganar siempre, la palabra de Dios es la que lo derrota”.
Cabe mencionar que a la ceremonia asistieron más de 300 mil personas quienes rezaron al unísono el Padre Nuestro y el Ave María. La Orquesta Sinfónica del Estado de México fue la encargada de los cantos religiosos junto a 200 voces seleccionadas de las 8 diócesis de Tlalnepantla.