Sandra Jiménez Loza y su lucha por normalizar las diferencias

29 octubre, 2020
Joselin Pérez González

Treinta y tres años respaldan su vida y 27 su trayectoria como activista por los derechos humanos. En el sexto verano de su existencia reconoció los privilegios que la rodeaban: tenía una familia, calzado, ropa e iba a la escuela, lo que para algunos niños es inconcebible.

Su lista de logros es larga y variada. Desde conferencias en Nueva York hasta la nominación al Premio Nobel de la Paz en 2005. Jiménez comenzó su lucha social peleando por los derechos de los niños gracias a que la invitaron como embajadora de UNICEF cuando cursaba el primer grado de primaria.

Su risa es contagiosa. Al otro lado del teléfono, se escucha entusiasmada al hablar de sí misma y de sus proyectos. Dice que viene de una familia de “mujeres empoderadas”, pues su madre, abuela y hermanas son personas letradas que la han impulsado a no rendirse.

Nació con parálisis cerebral, por lo que necesita de otra persona para que empuje su silla de ruedas y la acompañe a donde quiera que va. Y esto no le molesta: ha logrado gran camaradería con Guille, su actual asistente, con quien desea contar por mucho tiempo.

Afirma que su familia nunca la trató diferente por tener una discapacidad. Siempre fue una más. En la educación básica le sucedió lo mismo, los profesores y compañeros fueron solidarios con ella. Sabe y puede escribir, pero dice ser muy lenta, por lo que una grabadora de sonido fue su fiel compañera durante su carrera estudiantil.

Admite que las preguntas sobre su discapacidad siempre han existido… y no le molestan. Considera que es común que la gente sienta interés y curiosidad sobre su aspecto. Asegura que normalizar los cuestionamientos acerca de las diferencias de los otros es un paso para la inclusión.

Aunque la mayor parte de su vida fue bien recibida entre sus compañeros de escuela, esto cambió durante la etapa universitaria. El Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación la recibió en el 2005, en donde la discriminación de los maestros y las burlas de los alumnos por ser una mujer con discapacidad desmotivaron a la activista. Comenzó a cuestionarse “¿por qué a mí?”, “¿por qué soy así?”, pero luego comprendió que la del problema no era ella.

Afortunadamente, en ese entonces recibió la nominación al Premio Nobel de la Paz como parte de un grupo de 1000 mujeres activistas por la paz. Esto fue para ella un sueño… en el que obtuvo grandes aprendizajes y convivió con personas “maravillosas”.

El cine su pasión

En suma, se fue a Cuba a tomar un taller de dirección cine, donde se enamoró profundamente del séptimo arte. Además, convivió con profesionales extraordinarios con las que forjó equipo y amistad. El trato: totalmente distinto al que recibió en México.

A su regreso a tierra azteca, se dio de baja en la escuela en la que fue discriminada y se inscribió en la escuela canadiense Golden Films School, en donde recibió un trato solidario y concluyó sus estudios como cineasta.

Las relaciones de pareja han sido dos. Pero solo una de la rompió el corazón. Jiménez comparte que el hombre que le robó suspiros durante algunos meses temió formalizar un noviazgo con ella porque “le importaba mucho la opinión de terceros, el qué opinaran de nosotros”.

“Es que no es bien visto, qué van a pensar, qué van a decir de estar con una persona con discapacidad, es que sí te quiero, pero no puedo porque es extraño”, fueron algunos de los pretextos que él le puso para terminar con el cortejo.

Esta situación provocó un impacto emocional muy fuerte en la activista: “Me marcó mucho porque no es como que pueda esconder la silla de ruedas que puedo llevar a todos lados, ya lo sabías, me empezaste a coquetear así y ahora resulta que te estorba… Con él fue un coqueteo muy ligero, y cuando quise preguntar haca dónde iba la cosa, fue así de ‘es que es demasiado’”.

Tras esta decepción, comenzó a salir con otro chico, pero sus caminos estaban dirigidos hacia diferentes rumbos y ahora son mejores amigos. Pese a sus fracasos amorosos, afirma que es una mujer completa y feliz sin pareja, ya que tiene diversos planes personales y laborales, como independizarse y el rodar una película.

El cine y el altruismo son sus grandes pasiones, y qué mejor que trabajar en ambas al mismo tiempo para crear conciencia en la sociedad. Jiménez es fundadora de la Asociación Civil Rodando Producciones México, la cual impulsa y financia proyectos culturales con sentido social.

Más allá de las apariencias

A través de esta organización, está próxima a lanzar su primer largometraje, que llevará por título Más allá de las apariencias, con el que pretende “cuestionar estereotipos y apariencias”.

“Qué pasaría si en lugar de ver las limitantes, vemos lo que la persona sí puede hacer a pesar de sus limitantes; qué pasaría si en lugar de verlo como una diferencia, como algo ajeno, nos cae el 20 de que todos vamos a vivir una discapacidad en algún porcentaje de la vida, porque vas creciendo, vas envejeciendo, vas perdiendo el oído, la vista, la capacidad de moverte igual que antes.

Por naturaleza la discapacidad está en todos los seres humanos; a todos nos va a tocar en mayor o menor medida”, explicó.  

El proyecto será protagonizado por los actores Edurne Ferrer y Rodrigo Cachero; además, Moisés Suárez y María Fernanda García también serán parte del elenco.

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