LA CONVIVENCIA SOCIAL ES TAREA DE TODOS

30 agosto, 2022

Autor: Gabriel Martínez Navarrete

Actualmente parece que el buen ambiente y la convivencia social están entrando a un túnel donde reina el caos, y muchos tienen miedo de que empeore, con daño para innumerables personas de todas las clases sociales. Pero esto tiene remedio. La educación y la cortesía son vehículos de la caridad.

Jesucristo tuvo trato con el deseo de servir (salvar) a todos: Niños llenos de inocencia y sencillez, a hombres cultos y pudientes, mostró gran aprecio a la familia. Por ello, necesitamos imitarlo y aprender a ser personas abiertas con capacidad de hacer amistades profundas, dispuestas a comprender y a disculpar. Hemos de preocuparnos por los demás y por lo que pasa a nuestro alrededor. No juzguemos las intenciones de los de los demás.

Convivir con todos: Aprender a tratar con personas muy distintas: Con caracteres, formación cultural y humana muy distintas, con modos de ser similares y opuestos. Hacerlo en la familia, en el trabajo, en el vecindario.

Una persona veraz y afable, ordena las relaciones de los hombres -sus semejantes- tanto con hechos como con palabras. El afable lleva a hacer la vida más grata a los demás. Amar y vivir la veracidad, para confiar en los demás. Estas actitudes nos llevan a la confianza mutua.

Everyone is an important jigsaw at work.

La veracidad como virtud, nos deja ver que la convivencia con los demás, es decir la capacidad de decir siempre –que sea necesario- la verdad y omitir la mentira como un vicio que destruye la confianza, es imprescindible para vivir en paz.

Otras virtudes que llevan a hacer amable la vida cotidiana: la generosidad, el buen humor, la buena educación, el orden, la sonrisa y tener en cuenta los gustos de los demás.

Es necesario que, de estas virtudes sociales, tengamos una gran provisión y muy a la mano, pues se han de usar de continuo.

La caridad hace la afabilidad más fuerte, más rica, más elevada: Disentir de los demás con caridad, sin hacernos antipáticos. Actitud firme y continua, sin humillar, ni despreciar: sino apreciando y aprendiendo de lo demás.

Ver en los demás hijos de Dios. Merecen respeto, atención, consideración Tratar a todos: Sin detenernos en los defectos y deficiencias de los demás. Hacernos el encontradizo con algunos.

Vivir la benignidad y la indulgencia: Juzgar a las personas y su actuación en forma favorable (ver más lo positivo).

La gratitud, el recuerdo afectuoso de un beneficio recibido, con el deseo de corresponder de algún modo. La cordialidad. La amistad: qué gran cosa es poder llamar amigos a aquellos con quienes trabajamos y estudiamos, padres, parientes.

Hacer posible la amistad: El desinterés, la comprensión, el espíritu de colaboración, el optimismo y la lealtad, especialmente ésta última. Amistades profundas especialmente entre padres e hijos y hermanos.

La alegría. Nace de ser y sentirnos hijos de Dios. Se manifiesta en la sonrisa oportuna o en un gesto amable. Hace posible el diálogo y la comprensión. Anima a superar las numerosas contradicciones de la vida. Enriquece a todos.

El respeto mutuo permite mirar a los demás como imágenes irrepetibles de Dios: “venerar” a los demás apreciando lo bueno que hay en cada persona   -Condición para contribuir a la mejora de los demás.

Cuando se avasalla se hace ineficaz el consejo, la corrección, las advertencias. Es preciso comprender a los demás, mirarlos con simpatía inicial y creciente, con cariño.

Aceptar a los demás con optimismo, con sus virtudes y defectos.

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